Real y Militar Orden de San Hermenegildo

hermenegildo
… recompensar y distinguir a los oficiales generales, oficiales y suboficiales del Ejército de Tierra, de la Armada, del Ejército del Aire, de los Cuerpos Comunes de las Fuerzas Armadas y del Cuerpo de la Guardia Civil, por su constancia e intachable conducta en el servicio, a tenor de lo que establecen las Reales Ordenanzas para las Fuerzas Armadas
Finalizada la guerra de la Independencia Fernando VII regresa definitivamente a España, y queriendo distinguir de alguna manera a todos los que han contribuido a la victoria, ordena a su Secretario de Estado y del Despacho de la Guerra, Don Francisco de Eguía, que consulte con el General Wellington, haciéndolo por carta de 18 de mayo de 1814. El 12 de junio, el Generalísimo Wellington responde a la carta, proponiendo que fuera la Orden de San Fernando, la que sirviera para premiar no solo el valor, sino también la Constancia en el servicio al cabo de 25 años. La carta y contestación, se remiten al Consejo Supremo de Guerra, que recaba el parecer del Fiscal Militar, el cual añade algunas restricciones e informa al Consejo. Mientras tanto se recibe una instancia dirigida al Rey de D. Gaetano Pastore (Cayetano Pastor), Comandante de la División Siciliana que había combatido en España contra los franceses, también Caballero de la Orden de San Fernando, solicitando una distinción para los militares que habían servido en la guerra, añadiendo una relación de Oficiales.
Todo pasa al Consejo que, separándose del parecer del General Wellington en cuanto que la misma Cruz de San Fernando premiase dos méritos tan diferenciados (el valor y la constancia), propone para premiar la constancia una nueva Orden Militar que se llamaría de San Hermenegildo o de San Recaredo. A dicha condecoración, como decía el informe del Consejo, «serían acreedores aquellos dignos Oficiales que dedican lo mejor de su vida pasando los riesgos e incomodidades que son tan propios de ésta penosa carrera, sacrificando su libertad y propia conveniencias, y contribuyendo a que con su larga permanencia, se conserve el buen orden, disciplina y subordinación de los Ejércitos». Solo sería concedida «a los Oficiales que tengan acreditada su buena conducta, sin nota fea, ni haber sido procesados por algún delito».
Esta nueva Orden se puso bajo la advocación de San Hermenegildo por una serie de circunstancias y vicisitudes que concurrían en este Santo, como: rey español, firmeza inconmovible en la fe que demostró en su martirio, gran devoción a este Santo por parte del rey Felipe II como artífice de la primera unidad religiosa en España, que hizo trasladar su reliquia al Real Monasterio de El Escorial, de donde fue arrebatada por los franceses en el año 1814 y que, recuperada, fue depositada en una valiosa arqueta y devuelta al Real Monasterio, donde permanece hasta nuestros días. Pero la circunstancia determinante de su elección fue la admiración política y la devoción religiosa del Rey Fernando VII hacia la figura de éste Santo.
El Consejo se reúne en Sala de Gobierno el 24 de octubre presidido por el Infante D Carlos como Vicepresidente del mismo, y prepara el informe definitivo para el Rey. Dicho informe es visto por el Rey y, en el mismo margen del oficio de remisión, firma el 28 de noviembre su aprobación para la reforma de la Orden de San Fernando y creación de la nueva Orden de San Hermenegildo. El 2 de enero de 1815 se reune nuevamente el Consejo presentándole a S.M. un primer Reglamento conjunto con la Real y Militar Orden de San Fernando, que es firmado por el Rey en el margen del oficio, el 19 de enero de 1815, llevando un preámbulo común, treinta y seis artículos dedicados a ésta última y correspondiendo los ocho últimos a la creación de la de San Hermenegildo. Ésta Orden, inicialmente, premiaba la constancia en el servicio de los Oficiales de los Reales Ejércitos, Armada y Milicias, se excluía a los no destinados en Cuerpo que combatieran con las armas en la mano, es decir, a los Cuerpos Político-Militares o Auxiliares.
A los seis meses, ante dificultades surgidas en su aplicación, se aprueba por Real Decreto de 10 de julio de 1815 el segundo Reglamento de ésta Orden, también común con el tercero de San Fernando, pero ya diferenciados con articulado propio. En este nuevo Reglamento se fija el día de San Hermenegildo, 13 de abril, para la celebración del CAPÍTULO en la Corte, se establecieron abonos de tiempo por campaña y se pensionaron las cruces. Se creó la Junta de las Órdenes de San Fernando y San Hermenegildo, posteriormente Asamblea de las Órdenes Nacionales y Militares de San Fernando y San Hermenegildo.
Las competencias de la Asamblea fueron pasando por varias instituciones a lo largo de su vida, Consejo Real de España e Indias, Tribunal Especial (luego Supremo) de Guerra y Marina, Consejo Supremo de Guerra y Marina, Consejo Director de las Órdenes de San Fernando y San Hermenegildo (2ª República), Consejo supremo de Justicia Militar (1939) y Cancillería de las Reales y Militares Órdenes de San Fernando y San Hermenegildo.
Aunque las Asambleas de ambas Órdenes coincidan en muchos momentos de su historia, a partir del antedicho segundo reglamento, conjunto, sus vicisitudes siguen caminos distintos que darán lugar a nuevos Reglamentos separados. Así, en mayo de 1862 se aprueba el cuarto Reglamento de la Orden de San Fernando que estuvo vigente hasta 1920. Dado que en 1918 se crea la medalla Militar como consecuencia de la Ley Constitutiva del Ejército, en el Reglamento de 1920, se separa de la Orden de San Fernando la posibilidad de conceder la condecoración por valor muy distinguido. Salvo un breve espacio de tiempo, en el que rigió un nuevo Reglamento promulgado en noviembre de 1925, el de 1920 fue aplicado hasta el año 1931, en que desaparecen casi todas las recompensas militares, y recuperado desde 1936 hasta junio de 1978, cuando se aprueba el séptimo Reglamento que ha sido derogado por el recientemente aprobado de 2001.
La Real y Militar Orden de San Hermenegildo reune las siguientes peculiaridades:
Es la sucesora de la Medalla de la Real Efigie establecida por Felipe IV en 1664.
Es una de las más antiguas entre las Reales Órdenes Españolas, junto a la de Carlos III, la de San Fernando y la de Isabel la Católica.
Es la única Orden Española que no ha sido jamás abolida desde su fundación.
Es la Orden Española que menos vicisitudes ha sufrido a lo largo de su historia, no habiendo modificado apenas ni su objeto ni sus insignias. Sí es la que más iniciativas legislativas ha promovido (leyes, decretos, órdenes, disposiciones…).
Es la única institución premial que ha causado jurisprudencia del Tribunal Supremo y de otros Altos Tribunales.
Es la única Real y Militar Orden española que, además de mantener su plena personalidad jurídica propia y privativa, celebra regularmente sus Capítulos bienales.
Es la más «española» de todas las Órdenes porque en ella solamente pueden ingresar españoles.

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