Antonio Maura, un político.

maura
Antonio Maura y Montaner nació el día 2 de mayo de 1853 en Palma de Mallorca, ciudad de la que emigró a Madrid en plena efervescencia revolucionaria de La Gloriosa en el año 1868. Muy poco antes se había dispuesto un nuevo plan de estudios que permitía acabar la carrera de Leyes en tres años en la Universidad Central (actual Universidad Complutense de Madrid); y aunque al joven Antonio hubiera deseado estudiar ciencias, la perspectiva de concluir una carrera universitaria en tan poco tiempo era una tentación que no podía declinar.
Los alumnos universitarios solían burlarse de Antonio, que no acababa de hablar correctamente castellano —su lengua materna era el Mallorquín—. No obstante, dos jóvenes compañeros se apiadaron de él y así comenzó una amistad que no tardaría en dar sus frutos. Los muchachos eran hermanos menores del abogado Germán Gamazo, un reputado hombre de leyes que llegaría a ser diputado y ministro más adelante. Cuando Antonio acabó la carrera, entró a trabajar en el bufete del prestigioso abogado. Poco tiempo después se casaba con Constancia Gamazo, hermana menor del abogado (1878).
En 1881, a la edad de 26 años, Antonio Maura fue elegido diputado en las Cortes por Palma de Mallorca, su ciudad natal. Su cuñado, Germán Gamazo, lo había introducido en los asuntos de la política y a partir de ese momento, Maura pasó a engrosar las listas liberales, aunque sin tener una opinión formada acerca de las posibilidades y características de las distintas tendencias políticas.
Para entonces, Maura ya era un prestigioso abogado y las dificultades de expresión eran sólo un mal recuerdo. Formaba parte habitual de las luchas políticas y empezó a mostrar cuáles eran sus exigencias ideológicas: participación ciudadana a través del sufragio, reforma de la administración provincial y municipal, legislación para prevenir la corrupción política y presencia internacional activa.
Maura se veía obligado, con frecuencia, a seguir a Gamazo en los sucesivos encuentros y desencuentros que éste mantenía con Sagasta, constituido ya en la década de los ochenta como indiscutible jefe del liberalismo español. En las cortes de 1886, el abogado mallorquín ocupó la Vicepresidencia del Congreso y allí pronunció uno de sus discursos más recordados, en el que defendió a ultranza la instrucción parlamentaria. Salvados los problemas entre Sagasta y los disidentes, el líder liberal encargó a Gamazo y a su cuñado dos carteras ministeriales. A Maura le correspondió la de Ultramar (1892).
La cuestión más delicada era, naturalmente, Cuba, para la que Maura dispuso una amplia autonomía, presentada en forma de proyecto de ley. No obstante, las críticas violentas no se hicieron esperar y el proyecto no llegó a aprobarse. Maura dimitió, y su cuñado, Gamazo, abandonó también el Ministerio de Hacienda. Cuando se produjo la insurrección definitiva en Cuba, los políticos españoles que residían en Cuba, creyeron que el regreso de Maura contribuiría a calmar los ánimos, tal vez proponiendo nuevas leyes que aplacaran las violencias independentistas. El abogado mallorquín aceptó la cartera de Gracia y Justicia (1895), pero el gobierno de Sagasta cayó en marzo y no pudo concluirse nada. Desde la oposición, durante el último Gobierno conservador de Cánovas, Maura siguió manteniendo su opinión de reformar el modo de hacer la política. También se mantenía la disidencia respecto a Sagasta, y la tremenda crisis del 98 aumentó el abismo ya existente entre el viejo hacendista revolucionario y sus compañeros liberales.
Maura encabezaba la facción llamada Gamacista, tras la muerte de su cuñado, en 1901 y fue entonces cuando pronunció el famoso discurso de la revolución desde arriba. El partido conservador lo lideraba por entonces Francisco Silvela, que se había hecho con el grupo tras el asesinato de Cánovas. Fue él quien organizó el Gabinente de Regeneración Nacional, imprescindible tras los sucesos del 98 y ante el deplorable estado democrático nacido de la Restauración.
Maura concebía el mismo objetivo que Silvela y no dejó de mostrar su acuerdo con el presidente, en todo lo referente a la necesidad de levantar el país de su postración. En 1902 Maura llega a un acuerdo con Silvela y los antiguos liberales Gamacistas se pasan en bloque al partido conservador. El siglo XX ya tenía dos años, pero las prácticas políticas eran perfectamente decimonónicas. Maura se hizo cargo de la cartera de Gobernación, desde donde creó el Instituto de Reformas Sociales y el Instituto Nacional de Previsión. Además, desde ese puesto controló las elecciones en 1903, de las que todos parecen estar de acuerdo en afirmar que habían sido, seguramente, los comicios más limpios de la Historia de España. Los gabinetes tampoco duraban mucho más, y Silvela se retiró en octubre de aquel año, asumiendo la Presidencia el conservador Raimundo Fernández Villaverde, cuya confianza en España era sustancialmente menor que la que mantenía Maura. Cuando Fernández Villaverde cayó en diciembre de aquel mismo año, todos dieron por sentado que el nuevo líder conservador era Antonio Maura.
El gobierno de Antonio Maura duró un año (1904). El gabinete estaba compuesto por políticos de confianza y amigos personales y por especialistas en distintas áreas. El objetivo primordial era la erradicación del caciquismo, perseguido con una serie de reformas de la administración local y provincial, sin olvidar los logros internacionales que consiguió su gobierno, como el reconocimiento de los derechos españoles sobre Marruecos por parte de Francia y el Reino Unido y el primer atentado contra su persona, que sufrió en Barcelona. No obstante, el primer gobierno de Maura cayó en diciembre de 1904 como consecuencia de la negativa de Alfonso XIII a firmar el nombramiento del general Loño para el cargo de Jefe del Estado Mayor Central del Ejército, ya que el rey prefería al general Polavieja, apodado «el Cristiano», entonces Jefe del Cuarto Militar del rey, muy allegado a la madre de éste y protegido por ella. Tras semanas de tensión por este asunto, Maura dimitió en solidaridad con su ministro de la Guerra Arsenio Linares, que había propuesto al General Loño. Maura fue sustituido por el general Azcárraga, un antiguo político de la época canovista.
Tras una etapa de oposición, a principio de 1907 forma de nuevo un gabinete que merecerá el título de Gobierno Largo —dos escasos años— y que será muy fecundo en programas legislativos. Vuelve al Congreso con su ley de reforma local, y añade leyes electorales, de comunicaciones, de huelga, de repoblación, de tribunales, de policía, sanidad, beneficencia, etcétera.
No obstante, el asunto más peliagudo que tenía que tratar era la persistencia del conflicto bélico en el norte de Marruecos (la guerra de Melilla), que tras el Desastre del Barranco del Lobo y la obligación de la incorporación a filas de los reservistas, provocaron los disturbios anticlericales que estallaron en Barcelona durante la Semana Trágica, y que provocaron que Maura se tuviese que responsabilizar de la violentísima represión para controlarlos. Ello trajo como consecuencia una amplia repulsa hacia Maura en toda España y en Europa, por lo que el rey lo destituyó, tras ello José Canalejas, el nuevo líder liberal, y Segismundo Moret formaron una alianza para gobernar. Este hecho fue determinante y Maura, que en 1910 sufre un segundo atentado en Barcelona, ya no volverá al Gobierno sino como símbolo del conservadurismo democrático, en gobiernos de unidad nacional.
En 1912 Maura renunció a su acta de diputado y anunció que se retiraba de la política activa. Sus seguidores intentaron recuperarlo, pero Alfonso XIII, en el turno conservador, nombró a Eduardo Dato, y Maura prefirió abandonar Madrid para no estorbar la acción moderada.
Sin embargo, aún tuvo tiempo para implicarse en la discusión política sobre la guerra del 14, abogando por la neutralidad, y se le reclamó para los gobiernos de concentración nacional (1918 y 1919) y el desastre de Annual (1921), pero la energía del regeneracionismo maurista ya se había agotado.
Finalmente, protestó ante Alfonso XIII por la implantación de la Dictadura del general Primo de Rivera, abandonando definitivamente la política activa. Sin embargo, su hijo Miguel escribió en su libro Así cayó Alfonso XIII (1962), que el pensamiento político que él siguió durante la Dictadura y tras ésta —fue uno de los más destacados miembros del republicanismo conservador durante la Segunda República— fue el que su padre hubiera seguido, si hubiera sobrevivido al régimen primorriverista, según afirmaban todos sus hijos, los que, salvo Miguel, eran monárquicos.
Desde entonces se dedicó en sus últimos años de vida a redactar sus memorias y al placer de la pintura, muriendo en Torrelodones el 13 de diciembre de 1925.

Historias de la historia de España; Capítulo 54. Érase una Exposición, muchos millones, el Rey, Primo de Rivera y un hecho muy importante para la ciudad de Sevilla.


Cuando el Gobierno de Primo de Rivera asumió el compromiso de celebrar en Sevilla un Certamen que fuera el punto de confluencia de todas las repúblicas iberoamericanas, Portugal y EE.UU., la Dictadura se comprometió personalmente con el éxito del Certamen, y delegó en Cruz Conde la tarea de concentrar toda la energía de la ciudad sobre un único empeño: organizar el evento con el mayor esplendor en el plazo más breve posible, recuperando el tiempo perdido.
Hay que decir que la ciudad, simbolizada en su Ayuntamiento, contempló impasible esta pérdida de control en una empresa que había nacido sevillana, con la creencia y la esperanza de que, junto con la dirección, el Estado también recogería la responsabilidad económica. Este aspecto, formulado ambiguamente, quedará en entredicho y pesará hasta el último momento en el equilibrio de las relaciones entre el Ayuntamiento y el Comité.Su planteamiento de base es claro: la celebración del Certamen exigía un esfuerzo máximo por parte de Sevilla, y eso sólo era posible si se lograban aunar todas las energías ciudadanas, lo que suponia terminar de una vez con los continuos enfrentamientos entre el Ayuntamiento y el Comité, para marchar decididamente tras una organización dirigida sin vacilaciones por Cruz Conde. Esto implicaba una homogenización en el pensamiento y en las actividades de todas las instituciones decisivas en la vida sevillana. Ambas eran tareas paralelas, que exigían colocar en los lugares clave a hombres que se identificaran con la labor del régimen y, en concreto, con las intenciones de José Cruz Conde.
En la misma sesión plenaria en que tomó posesión del cargo de Comisario Regio Cruz Conde, inició su tarea de readaptación»; solicitando de una comisión técnica la confección de un informe sobre el verdadero estado de la preparación del Certamen. El resultado fue contundente: muchas de las edificaciones permanentes carecían incluso de proyecto; de las provisionales no se sabía nada y en el presupuesto había un déficit inicial de 10.000.000 pesetas (tomando en cuenta el último empréstito municipal). En conclusión, constata la imposibilidad de que la Exposición pudiese celebrarse en la primavera de 1927. En vista de lo cual, al Comité no le quedó más alternativa que la de presentar su dimisión, admitiendo que su trabajo había sido, por lo menos, desordenado. Esto explica que el día 11 de marzo de 1926, recogiera la Gaceta el decreto que nombraba un nuevo Comité Ejecutivo de la Exposición Ibero-Americana de Sevilla, en el que destacan dos fiotas principales: la pérdida oficial de la presidencia de dicha institución por el Alcalde de Sevilla

la unidad que Conde buscaba era indispensable a la hora de solucionar el problema clave que dividía las opiniones y retrasaba el Certamen: me refiero a las enormes dificultades ocasionadas por la financiación, porque era verdaderamente
en este aspecto donde se iba a exigir el mayor esfuerzo a los sevillanos.
El problema económico quedó entonces de esta manera: la Exposición fue presupuestada en unos 30.O00.O00 pesetas, subvencionados así: 1O.OO0.000 pesetas por el Estado; otra partida igual por el Ayuntamiento; y el último tercio también respaldado por el Ayuntamiento, si bien con la posibilidad de resarcirse con los hipotéticos beneficios del Certamen. Para cubrir estos compromisos fue por lo que el Ayuntamiento se habla visto en la necesidad de recurrir a negociar con el Banco Internacional de Comercio el empréstito por valor de 20.000.000 pesetas.
1928 es el año crucial. El ritmo de trabajo se hace vertiginoso entonces, y no es exagerado decir que la ciudad observaba su transformación día a día; así lo refleja la Prensa. Y ese ritmo se acelera aún más en los primeros meses de 1929. Había comenzado esta sintesis asegurando que la Exposición fue posible por la concentración de las energías sevillanas desde el año 1926 en adelante, y quiero concluir subrayando que 1928 fue el ano crítico. La Prensa de la época recoge cómo los coetáneos se sorprendían de que tales progresos fueran posibles. Sin embargo, del tránsito de un ritmo pausado durante ciertos años, desde 1910, a la concentración de todo el esfuerzo en poco tiempo, lo cual no permitía que la Ciudad asumiera su propia transformación, se desprenden consecuencias negativas para el futuro de la Ciudad, porque hizo muy estridente el contraste entre estos meses últimos y el frenazo en seco de la actividad económica, de la oferta de empleo, etc. una vez inaugurado el Certamen. Con todo Sevilla y Cruz Conde o Cruz Conde y Sevilla posibilitaron, sin duda, el que la Exposición Ibero-Americana dejara de ser un proyecto y se convirtiera
en una realidad en 1929.
La ceremonia estuvo revestida de gran solemnidad y boato, fue presidida por los Reyes de España en compañía del Gobierno en pleno, Presidente de la Asamblea Nacional, Diputación Provincial, Ayuntamiento y representaciones diplomáticas de los países iberoamericanos participantes.
Discurso del Sr. Cruz Conde en el acto inaugural (9-mayo-1929)

Fuimos designados inmerecidamente para llevar a buen termino la noble empresa que nos congrega ahora en este pedazo del viejo solar español, marcando el más noble de los grandiosos espectáculos que se ofrecen a vuestra vida y que creo considerar como una evocación exaltada y firme de las ansias de fe en los destinos de La Patria, acariciada felizmente en estos momentos por el flamear de más de veinte banderas de otras tantas naciones libres, que se llaman hermanas, y que lo son, cuando hablan en el lenguaje cálido de sus sentimientos, o cuando callan, con la elocuencia de sus convicciones.
Porque es bien cierto , Señor, que siendo tan valiosa y meritoria la obra arquitectónica, que el genio y las exquisiteces de los alarifes ha sabido crear, dando forma a edificios de bella traza y depurado refinamiento; siendo tan admirable y magnifico el conjunto de manifestaciones de nuestro arte, pictóricamente los hechos y los recuerdos gloriosos de la vieja España , del heroísmo que resplandece en las reliquias de los exploradores del siglo XVI, esto que, en cuantioso acervo simboliza el contenido espiritual de este gran certamen, acentuando las riquezas incomparables de los palacios de esta exposición, todo palidece ante el hecho de la asistencia de los pueblos de América, que llegan a la vieja península con exuberante juventudy para reverdecer los lazos Hispanoamericanos, con ofrenda de gratitud y amores filiales, que Sevilla tiene la suerte de recibir agradecida en nombre de La Patria Española.
Ciertamente, Señor, desde la fecha de 12 de Octubre de 1492, no hubo un solo día en la historia de América, de mayor trascendencia y de más alta significación espiritual que este de hoy en que comienza el gran certamen Iberoamericano.
Ayer, el conjuro de la fe y de las mas nobles ansias de gloria, surgió un nuevo mundo ante la proa de la inmortal carabela. Hoy más de veinte países, hijos de la inmortal epopeya se congregan en el solar hispano para entonar a la nación progenitora el himno de la RAZA. Así, Señor, comprenderéis nuestra legítima alegría, pues que habiendo de unirse en el mismo homenaje la consagración de la grandeza pasada de la Patria y la promesa venturosa de nuevas prosperidades.
En nombre, pues de todos mis compañeros de trabajo Señor , os suplico aceptéis el testimonio de nuestra honda y sincera devoción y gratitud.
Seguidamente Hizo uso de la palabra el Jefe del Gobierno, el general Primo de Rivera, el cual elogió a las mujeres sevillanas a las Patria y a la Raza como vínculo de unión entre las naciones iberoamericanas con el siguiente discurso:

Señor: La visible emoción que expresabais ayer al visitar la nave evocadora que condujo a Colon y a sus bravos compañeros al descubrimiento del mundo americano, se produjo hoy, mas viva e intensa, al inaugurar este gran certamen y al oír como el estampido de los cañones, saluda a través de los siglos la hazaña gloriosa, hoy plasmada en este cuadro de luz y gloria en que os veis, rodeado en gran parte de vuestra Real Familia, embajadores y altos dignatarios de países amigos y del pueblo español. Y es, Señor, que al discurrir el tiempo y sus vicisitudes agitadoras la vieja España, la que por su esfuerzo y la fe de su insuperable Reina ISABEL la también España de LEPANTO.
El discurso estuvo lleno de retórica y grandilocuencia, muy al estilo de la época. Nuevamente una gran ovación se produjo al término de las palabras de éste.
Después el Rey puesto de pié pronunció las palabras de rigor:
“Queda inaugurada la Exposición Ibero-Americana de Sevilla”
Produciéndose una atronadora ovación que se mezclaba los acordes de la Marcha Real interpretadas por las bandas y las salvas de artillería.
Tarifas de Entradas
Personal ordinario…………………………………….2 Pts
Especial, jueves, sábados y nocturnos
y domingos mañana y tarde………………………0,50Ptas
ABONOS 25 Cupones………………………….. ..25 Pts
CARRUAJES……………………………………….. . 3 Pts
Horas de Visita
de 10 a 13 horas mañana y de 7 a 10 noche y de 7 a 12 de la noche los demás días
Reseña Histórica

La Exposición iberoamericana de Sevilla (1929-1930) fue el acontecimiento mas trascendental del mundo hispánico en el primer tercio del siglo XX con el reencuentro de todas sus naciones tras las respectivas independencias.
El creador de la idea en 1909 fue el Eximo Sr. D Luis Rodríguez Caso, Sevillano Ilustre, gloria de las grandes eminencias culturales de las fuerzas armadas españolas de todos los tiempos.
La idea Sevillana exposicional en pro de la Hispanidad de nuevo cuño, en el tiempo y desde su nacimiento, no fue nada fácil de plasmar, fue deudora de S.M. El Rey Alfonso XIII de las Empañas, por haber sido su gran valedor y también del Eximo Sr. D Miguel Primo de Rivera, marques de Estella, Jefe del Gobierno español a lo largo del periodo 1923-1930, por haber sido su esforzado propulsor.
Los primeros promotores de la exposición fue un grupo privado sin apenas recursos financieros por lo que las subvenciones oficiales obtenidas (aproximadamente 40.547.598 pesetas) fueron las que hicieron posible el evento. Se estima que el certamen necesitó aproximadamente un total de 80.218.599 pesetas, siendo sus ingresos, también aproximadamente, de 85.147.360 pesetas.
El recinto previsto por la organización abarcaba:
El Parque de María Luisa, donado en 1893 por la infanta María Luisa de Borbón y que fue reformado por el ingeniero francés Jean-Claude Nicolas Forestier, conservador del bosque de Boulogne en París, que le dio un toque romántico, inspirado en los jardines del Generalife, La Alhambra y los Reales Alcázares de Sevilla. En el parque se abrieron las plazas de España y de América.
El Prado San Sebastián, donde se levantó el Pabellón de Portugal
Los jardines de San Telmo, donde se ubicó el Pabellón de Sevilla, formado por el Teatro Lope de Vega y el Casino de la Exposición
El Paseo de las Delicias
El Sector Sur.
Aníbal González, nombrado arquitecto director de la exposición, se ocupó en gran parte de la urbanización de los 1.343.200 m² que ocupó la exposición, En 1928 dimite Aníbal González y es nombrado arquitecto Vicente Traver.
La desorganización existente en 1926 influyó en la ubicación de cada uno de los pabellones, que en principio estaban planificados de tal manera que al final se superponían unos sobre otros.
Los principales legados arquitectónicos de la Exposición fueron el conjunto de pabellones en torno a la Plaza de América, que se elaboró en 1913, obra original de Aníbal González y que agrupaba y ordenaba tres edificios en el entorno del Parque María Luisa, formados por: el denominado Pabellón Mudejar actualmente Museo de Artes y costumbres populares, el Pabellón de las Bellas Artes, actualmente Museo Arqueológico y el Pabellón Real.
En 1914, también Aníbal González, elabora el proyecto más ambicioso de toda la exposición, constituido por la Plaza de España, que comprendía el gran palacio y la plaza que lo rodea, su ejecución se prolongó hasta 1928, siendo inaugurada en 1929.
Los participantes más destacados de la Exposición fueron: Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Estados Unidos, Marruecos, México, Perú, Portugal, Uruguay, las regiones españolas y las provincias andaluzas, incluida Huelva que al principio no estaba de acuerdo con que fuera Sevilla la sede de la cita.
De los edificios planeados, que fueron en total 22 dentro del recinto, Hotel Alfonso XIII, 8 pabellones oficiales, 12 regionales españoles, 7 provinciales (andaluces), uno municipal, 13 de estados extranjeros y 47 comerciales, sólo sobreviven varias decenas a principios del siglo XXI, algunos muy transformados, así, podemos disfutar de (entre paréntesis su uso actual):
Plaza de España (oficinas municipales, monumento turístico y capitanía general de la Región Militar Sur)
Parque de María Luisa y la urbanización del recinto
Pabellón Domecq (sede de Juventudes Musicales)
Pabellón Mudéjar (Museo de Artes y Costumbres Populares)
Pabellón Real (oficinas municipales)
Pabellón Sevilla (Teatro Lope de Vega)
Pabellón de Bellas Artes (Museo Arqueológico)
Pabellón de la Información (hoy restaurante «La Raza»)
Pabellón de la Prensa (Colegio Público «España»)
Pabellón de Marruecos (Parques y Jardines)
Pabellón de la compañía Arrendataria de Tabacos (archivos)
Pabellón de Argentina (escuela de Danza) (Arquitecto Martín S Noel)
Pabellón de Chile (Escuelas de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos) (Arquitecto Juan Martínez Gutiérrez)
Pabellón de Colombia (Escuela Náutica)
Pabellón de Cuba (Agencia Andaluza de Cooperación Internacional para el Desarrollo)
Pabellón de Guatemala (Escuela de Danza)
Pabellón de Brasil (Vicerrectorados Universidad Hispalense)
Pabellón de Estados Unidos (Museo Fundación Valentín Madariaga) (Arquitecto William Templetton Johnson)
Pabellón de México (Vicerrectorado de Postgrado y Doctorado Universidad Hispalense) (Arquitecto Ismael Amábilis)
Pabellón de Perú (Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC)
Pabellón de Portugal (Consulado de Portugal)
Pabellón de Santo Domingo (Carreteras del Estado en Andalucía)
Pabellón de Uruguay (administrativos para Universidad de Sevilla) (Arquitecto Mauricio Cravotto)
Pabellón de las Provincias Vascongadas (Instituto oncológico, hasta hace poco tiempo)
Pabellón de Telefónica (Escuela de Jardinería y Centro de Estudios Medioambientales Joaquín Romero Murube)
Pabellón del Ministerio de Marina (Comandancia de Marina)
Estadio (sede del equipo de fútbol Real Betis Balompié)
Hotel Alfonso XIII (sigue como hotel ***** G L)
Galerías (Naves de Obras del Puerto)
Quinta de Goya (Bar Citroën)
Caseta de electricidad del Parque de atracciones (Sigue aún como casetilla de Sevillana Endesa)
Casino de la Exposición (espacio cultural y social y reuniones Festival Cine Europeo de Sevilla)
Pabellón de la Cruz Roja (Ministerio de Sanidad)
El tren Liliput.
Durante la exposición existió un medio de transporte peculiar, de gran éxito y que hizo las delicias de grandes y pequeños, fue el llamado Tren Liliput o Ferrocarril en miniatura. De esta atracción sólo queda una máquina (llamada Santa María) que se encuentra en la Estación de Santa Justa a la entrada de la sede de la Asociación Sevillana de Amigos del Ferrocarril de Sevilla.