Historias de la HIstoria de España. Capítulo 40. Érase un 5 de Diciembre, un Tte. Gral., la fundación de un partido político y un buen gobernante.

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Leopoldo O’Donnell y Joris (Santa Cruz de Tenerife (Islas Canarias), 12 de enero de 1809.
Hizo su carrera militar durante la Guerra Carlista luchando en el bando isabelino, a pesar de que varios miembros de su familia lo hicieron en el carlista. En 1833 ya era capitán, en 1836 coronel y brigadier; mariscal de campo en 1837 (año en el que también contrajo matrimonio con Manuela Barges y Petre) y teniente general en 1839, confiándosele el mando del Ejército del Centro que llevaba anejo el cargo de capitán general de Aragón, Valencia, y Murcia, cuando apenas tenía treinta años. Desde este cargo su acción militar se dirigió contra los carlistas establecidos en el Maestrazgo y Bajo Aragón, obligando a Cabrera a levantar el sitio de Lucena. Esta acción fue acompañada de su ascenso a teniente general, otorgándosele el título de conde de Lucena.
A raíz del Convenio de Vergara, y de acuerdo con Espartero, toda su acción se dirigió contra el ejército de Cabrera; pero, debido a sus inclinaciones políticas en favor del moderantismo, se vio obligado a emigrar a Francia, tras la revolución progresista de septiembre de 1840 que provocó la renuncia de Maria Cristina de Borbón a la Regencia.
En 1841 figuró en la conspiración moderada que, encabezada por el general Diego de León, se fraguó contra la Regencia de Espartero. En ella, O’Donnell había recibido el encargo de propiciar la sublevación militar de Pamplona, pero fracasado en Madrid el asalto a Palacio, intentado por León el 7 de octubre, tuvo que volverse a refugiar en Francia. En la primavera de 1842 presidió la Orden Militar Española creada entonces en París, núcleo de organización de los militares moderados exiliados que conspiraban contra el regente y el gobierno progresista de Madrid, y buscaban el restablecimiento de la Regencia de la madre de Isabel II. En 1844, instalado Narváez en el poder, fue nombrado capitán general de La Habana, cargo en el que permaneció hasta 1848. A su regreso a la Península fue nombrado senador y director general de Infantería.
O’Donnell encabezó el pronunciamiento militar de 1854 que, en un principio, sólo buscaba propiciar el cambio ministerial. El 29 de junio se puso al frente de la Caballeria insurreccionada en el Campo de Guardias, Tras el indeciso encuentro de Vicálvaro, que daría nombre a los pronunciados, y con el fin de ganar adeptos, dio el 6 de julio el célebre Manifiesto de Manzanares, que al ampliar y radicalizar los objetivos de la revolución, generalizó ésta por todo el pais.
Capitalizado finalmente el movimiento por el progresismo, y encargado Espartero de presidir el Consejo de Ministros, O’Donnell tuvo que compartir con aquel partido las responsabilidades de gobierno durante el Bienio Progresista, ocupando él la cartera de Guerra. En las Cortes Constituyentes del Bienio nació un nuevo partido de carácter centrista, la Unión Liberal, que quería permanecer equidistante tanto del moderantismo doctrinario como del progresismo puro, partido que convirtió a O’Donnell en su jefe e indiscutible líder.
El 10 de octubre de 1856 se vio obligado a dimitir, debido a la oposición de los moderados históricos a su política. Fue sustituido en la Presidencia del Consejo de Ministros por Narváez, lo que supuso el retorno a la integridad del régimen politico de 1845. Sin embargo, volvió a la Presidencia del Gobierno, ocupando además la cartera de Guerra, en julio de 1858, iniciándose entonces un período de gobierno ininterrumpido de la Unión Liberal que se alargó hasta 1863. En este período cabe destacar el boom de los ferrocarriles y la guerra contra Marruecos. En esta última, declarada en octubre de 1859, O’Donnell tomó el mando personal de ejército, ocupando Tetuán (febrero de 1860). El tratado de Tetuán que puso fin a la guerra reconoció las posiciones españolas en el Norte de África, y amplió el dominio de Ceuta. Esta acción le valió la grandeza con el título de duque de Tetuán.
Presentó la dimisión en febrero de 1863, ante la presión del Partido Moderado. El malestar originado por los sucesos de la noche de san Daniel, le llevaron nuevamente a presidir el gobierno en 1865. En su nuevo mandato trató inútilmente de reintegrar al progresismo en el juego político, y reprimió la revolución de junio de 1866 estallada en Madrid. Sustituido por Narváez nuevamente en aquel año. se trasladó a Biarritz por problemas de salud, falleciendo al poco (5-XI-1867). Su desaparición permitió a los unionistas iniciar una convergencia con los progresistas y los demócratas que culminaría en la revolución de 1868.
Últimos años gobierno 1865-1866 y muerte en 1867
De su gobierno cabe destacar la rápida expansión de las líneas de ferrocarril, además de la guerra contra Marruecos (Guerra de África), guerra de relevada importancia al devolver a los españoles el patriotismo ansiado por el Duque de Tetuán. En 1865, las protestas estudiantiles (por el cese de Emilio Castelar) y la sangrienta represión por el gobierno (Noche de San Daniel), llevan de nuevo a O’Donnell a la presidencia del Gobierno y al ministerio de la Guerra. Tras la sublevación de sargentos de San Gil, el 22 de junio de 1866, y enfrentado con Isabel II, O’Donnell deja su cargo y marcha a Biarritz, donde muere el 5 de noviembre de 1867.
Los restos mortales de Leopoldo O’Donnell permanecieron en la Basílica de Atocha de Madrid hasta 1870, en que fueron trasladados a la Iglesia del Convento de las Salesas Reales de la misma ciudad. Desde entonces, se hallan en un mausoleo de estilo neorrenacentista labrado en mármol de Carrara por el escultor Jerónimo Suñol.
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