Feliz Navidad… Mi querido enemigo.

Tregua de navidad

La Primera Guerra Mundial trajo muchas sorpresas y casi todas fueron desagradables. Las distintas potencias pensaban que sería una guerra corta, dado el desarrollo que habían alcanzado los medios de destrucción. Nadie concebía en el verano de 1914 que la contienda durase mucho más de un mes. Duró cuatro años y medio. Los gobiernos veían que estaban en un impasse, que ninguno podía ganar, pero fueron incapaces de detener la mayor carnicería que había conocido hasta entonces la humanidad.
En el campo de batalla las cosas tampoco sucedían como habían previsto los militares. Proyectaron la guerra con grandes y brillantes movimientos estratégicos, y enseguida se vieron atascados, inmovilizados en las trincheras. Y para salir del atasco, los generales mandaban al ataque a grandes masas de soldados sin darse cuenta de cómo habían progresado las armas de fuego, legiones de hombres cuyas filas eran segadas como si les pasaran la cortadora de césped. Durante cuatro años los generales se empecinaron en mandar a los soldados al inútil matadero, sin ser capaces de aprender de la experiencia, como esas mariposas veraniegas que, atraídas por la luz, se estrellan una y otra vez contra las bombillas.
Los simples soldados también recibían funestas sorpresas, como las nubes de gases asfixiantes y otros ingenios de la perversidad humana, que buscaba el arma definitiva. Y aún más turbadoras fueron las que recibieron los civiles en la retaguardia, pues por primera vez en la Historia la guerra fue llevada mucho más allá de los campos de batalla: los dirigibles alemanes bombardearon Londres, y los pasajeros de los barcos mercantes eran víctimas de los torpedos en una clase de guerra solo imaginada por los escritores de fantasía, la guerra submarina. Así murió una gloria de la música española, Enrique Granados, ciudadano neutral que volvía de dar conciertos en un país neutral, Estados Unidos.
Entre todas estas trampas del destino, que parecía burlarse de los planes humanos, un día hubo una sorpresa feliz: la tregua de Navidad de 1914.
– 24 de diciembre de 1914 era la víspera de la primera Navidad de la guerra. Guerra que duraba ya cinco meses.
Los soldados de uno y otro bando habían acudido al frente cantando cuando los movilizaron, porque les habían prometido una hermosa victoria y una rápida vuelta a casa.
Pero ahora estaban hartos de pasar frío y esperar la muerte en las trincheras que habían tenido que cavar desde mitad de septiembre.
El desánimo se traducía en pasividad.
Si no les espoleaban sus mandos, muchos soldados de las dos partes evitaban provocar al enemigo, practicaban el “si tú no tiras, yo no tiro”.
Christmas_Truce_1914_IWM_HU_35801El Alto Mando inglés había pasado un mensaje a todas las unidades aquel día 24: “Es posible que el enemigo realice algún ataque durante la Navidad o Año Nuevo. Mantener especial vigilancia durante este tiempo”. Sin embargo, lo que vieron los soldados británicos cuando empezaron a caer las sombras de la noche –Nochebuena- fue que de las trincheras alemanas surgían pequeños abetos con adornos y farolillos encendidos.
El árbol de Navidad era la más importante tradición navideña alemana –en Rusia incluso prohibieron los arbolitos adornados, por ser costumbre del enemigo- y el Alto Mando germano había mandado miles de abetos a sus tropas -que habían sido enviados al frente por orden directa del Káiser, junto a raciones extra de pan, salchichas y licores para llevarles un aliento hogareño-. Los soldados franceses y británicos frente de Flandes, sector de Yprès, admiraron perplejos los árboles luminosos… hasta que comenzaron a oír como los alemanes empezaban a cantar, estaban asistiendo asombrados a la celebración de la Nochebuena por los alemanes, que tras decorar sus trincheras comenzaron a cantar el villancico más universal –que es alemán-: Noche de paz.. Esa visión casi irreal ayudó a crear un inesperado clima de fraternidad.
Al terminar los alemanes su sentimental cántico, sin que nadie lo hubiese preparado, de las trincheras británicas surgió la respuesta cuando cientos de voces entonaron: “The First Nowel the Angel did say…”, un villancico tradicional de Cornualles del siglo XVIII. Hubo contrarréplica germana, y durante algún tiempo la lucha a tiros fue sustituida por una competición de canciones populares navideñas, que al final, los dos bandos terminaron, cantando conjuntamente el “Adeste fideles”, entre otros villancicos.
Debía ser un espectáculo increíble observar a dos bandos que hasta hacía unas horas habían estado intentando matarse.
La cosa podía haber quedado ahí, pero de las líneas alemanas salieron gritos invitando a los ingleses a ir a ver sus arbolitos. Contestaron éstos que saliesen los alemanes, y al final fueron surgiendo figuras de ambas trincheras que avanzaron hacia la mitad de la tierra de nadie. Allí los enemigos se felicitaron las Pascuas, se ofrecieron tabaco, intercambiaron recuerdos e incluso direcciones, como cuando haces un conocido simpático en un viaje. Cuando se volvieron a dormir habían establecido por su cuenta una tregua para el día de Navidad.

738px-Khaki-chums-xmas-truce-1914-1999.redvers

La artillería en esa región permaneció silenciosa esa noche. La tregua también permitió que los caídos recientes fueran recuperados desde detrás de las líneas y enterrados. Se condujeron ceremonias de entierro con soldados de ambos lados del conflicto llorando las pérdidas juntas y ofreciéndose su respeto. En un entierro en la Tierra de nadie, soldados británicos y alemanes se reunieron para leer un fragmento del Salmo 23:
El Señor es mi pastor, nada me falta.
Sobre pastos verdes me hace reposar,
por aguas tranquilas me conduce.
El Señor me da nueva fuerza,
me consuela, me hace perseverar.
Me lleva por el buen camino,
por el amor de su nombre.
Aunque camine por un valle oscuro
no temeré mal alguno porque Él está conmigo.
La tregua –no oficial y decidida por los soldados- fue extendiéndose por todo el frente. Hay multitud de testimonios del fenómeno en las cartas de los combatientes o en los numerosos diarios que se escribían en las trincheras, dados los grandes periodos de inactividad. En uno de ellos apuntaba el sargento mayor Frank Naden:
“En el día de Navidad un alemán salió de las trincheras con las manos en alto. Nuestros compañeros inmediatamente salieron de sus trincheras y los alemanes de ellas y nos encontramos en el medio y durante el resto del día confraternizamos, cambiamos comida, cigarrillos y recuerdos. Los alemanes nos dieron algunas de sus salchichas y nosotros le dimos algunas de nuestras cosas. Los escoceses comenzaron a tocar sus gaitas y compartimos una rara alegría que incluyó un partido de fútbol con los alemanes”.
En efecto, se jugaron partidos de fútbol, como el librado entre dos equipos del 133 Regimiento de Infantería de Sajonia y los Seaforth Highlanders, ganado por los alemanes por 3 a 2.
El encuentro transcurrió con una gran caballerosidad,tendiendo la mano al rival cuando éste caía al suelo y respetando el reglamento lo máximo posible. El choque acabaría 3-2 a favor de los germanos .
Así lo contó el propio Teniente alemán Niemann en una carta:

tregua-de-navidad-1914

“Un soldado escocés apareció cargando un balón de fútbol; y en unos cuantos minutos, ya teníamos juego. Los escoceses ‘hicieron’ su portería con unos sombreros raros, mientras nosotros hicimos lo mismo. No era nada sencillo jugar en un terreno congelado, pero eso no nos desmotivó. Mantuvimos con rigor las reglas del juego, a pesar de que el partido sólo duró una hora y no teníamos árbitro. Muchos pases fueron largos y el balón constantemente se iba lejos. Sin embargo, estos futbolistas amateurs a pesar de estar cansados, jugaban con mucho entusiasmo. Nosotros, los alemanes, descubrimos con sorpresa cómo los escoceses jugaban con sus faldas, y sin tener nada debajo de ellas. Incluso les hacíamos una broma cada vez que una ventisca soplaba por el campo y revelaba sus partes ocultas a sus ‘enemigos de ayer’. Sin embargo, una hora después, cuando nuestro Oficial en Jefe se enteró de lo que estaba pasando, éste mandó a suspender el partido. Un poco después regresamos a nuestras trincheras y la fraternización terminó. El partido acabó con un marcador de tres goles a favor nuestro y dos en contra. Fritz marcó dos, y Tommy uno”.
“Los alemanes nos dijeron que estaban cansados de la guerra y deseaban que terminara. Al día siguiente recibimos la orden de que toda comunicación e intercambio amistoso con el enemigo cesara, pero nosotros no disparamos en todo el día y los alemanes no nos dispararon a nosotros”, cuenta el autor del diario antes citado, reflejando la enorme preocupación de los estados mayores. Los generales, conscientes de la barbaridad que estaban haciendo, tenían la pesadilla de que los soldados, hartos de carnicería inútil, desobedecieran las órdenes y se negaran a pelear, algo que sucedería en los motines franceses de 1917 y en el frente de Rusia.
Toda esta “fiesta” acabó cuando los oficiales al mando, (ellos no estaban en las trincheras), ordenaron que se acabaran las muestras de confraternización con el enemigo, y amenazaron con tribunales de guerra para el que desobedeciera. No fuera a ser que se les acabaran las ganas de matarse, por Dios… La noticia de esta tregua llegó a los respectivos cuarteles generales y se adoptaron medidas para frenar esa actitud. Un número indeterminado de soldados franceses fue pasado por las armas como escarmiento y los alemanes fueron enviados al frente oriental. Las cartas en las que los soldados narraban los hechos a sus familiares fueron destruidas y algunas informaciones que llegaron a los periódicos británicos se censuraron. Los franceses confiscaron los negativos de las fotografías que algunos soldados habían tomado durante la tregua, en donde se veían hombres de uno y otro bando posando amistosamente. Aunque a lo largo de la guerra se darían algunos casos aislados de confraternización con el bando enemigo, las altas esferas militares se encargaron de que un episodio generalizado, como el sucedido en la Navidad de 1914, no volviera a ocurrir.
La tregua se mantuvo en muchos sectores hasta Año Nuevo, y parece ser que en ciertos lugares no se dispararon tiros durante todo el mes de enero, provocando una conmoción entre los mandos. En los años siguientes los estados mayores programaban bombardeos de artillería prolongados durante varios días antes de Navidad, para dificultar el clima de confraternización, y trasladaban de sector a las unidades que hubieran mostrado tendencia a entenderse con el enemigo. No obstante, todavía en 1915 hubo treguas de Navidad, aunque en escala mucho menor.
Armisticios Informales

1F373F2E8

Durante los dos años siguientes a la estabilización de las líneas del Frente Occidental, se produjeron otras situaciones de armisticio informal (i.e. armisticio no impuesto por el Alto Mando), en ambos bandos. Según los testimonios, los comandantes británicos recién llegados al frente se asombraban al ver tanto a los británicos como los alemanes exponiéndose sobre la línea de trinchera, dentro del alcance de las armas enemigas.
Con frecuencia, la artillería se disparaba sobre sitios concretos, en momentos determinados, para evitar bajas enemigas, en ambos bandos. En alguna ocasión, se intercambiaron disparos después de que un mortero mal situado golpease a las líneas británicas, tras lo cual un soldado alemán pidió disculpas a los británicos, parándose así el intercambio de disparos entre ambas trincheras.
Se han escrito libros sobre la Tregua de Navidad, incluyendo la obra de Stanley Weintraub Silent Night: The Story of the World War I Christmas Truce, en el que relata este suceso del que él mismo fue testigo.
«Ambos bandos avanzaron más lejos una visita a la trinchera enemiga durante la tregua de Navidad de lo que lo hicieron en los dos años y medio de guerra siguientes.»
De la tregua de Navidad se ha dicho que fue el último vestigio del siglo XIX: el último momento en el que, en la guerra, ambos bandos se tratarían mutuamente con respeto; Cuando se saludasen unos a otros con amabilidad demostrando que — a pesar de los hechos horribles que habían sucedido — aún eran respetuosos soldados.

Historias de la historia de España; Capítulo 78. Érase un bastardo, un Valido y el último soldado español.

Una de las personalidades más atractivas -y peor conocidas- de nuestro siglo XVII es Juan José de Austria, conocido como don Juan por sus contemporáneos. Era hijo de Felipe IV y María Calderón, una de las más famosas actrices de Madrid de aquellos tiempos. Fue don Juan, pues, un bastardo regio, como también su homónimo de un siglo antes, el don Juan de Austria vencedor de los turcos en Lepanto.
Juan José de Austria
Don Juan nació en la madrileña calle de Leganitos, la noche del 6 al 7 de abril de 1629. Era hijo bastardo del rey Felipe IV de España, habido de sus amores extramatrimoniales con la actriz María Inés Calderón (conocida como «la Calderona»), la cual había mantenido también relaciones con el duque de Medina de la Torres, lo que hizo que pronto se propagasen rumores tendentes a adjudicar al duque la paternidad del bastardo. Obviamente para los detractores de don Juan esta circunstancia fue frecuentemente utilizada:
«así en las facciones del cuerpo, como en las habilidades e inclinaciones del ánimo, salió este niño una vivísima imagen de Don Ramiro de Guzmán, semejanza que se ha ido recogiendo más claramente, al paso que ha ido adelantándose en la edad, el talle, el semblante, el pelo, la voz, la lascivia, la ambición, la venganza, el fausto, la fantasía, la ineficacia y las facciones se ven, tan correspondientes en uno y en otro, como la copia corresponde al original».
Su vida, como la época que vivió, está llena de luces y muchas sobras. Su crianza y educación se realizaron muy lejos de la corte, primero en León y después en Ocaña. En contra de los deseos de la madre –quien poco después del alumbramiento fue internada en un convento del Valle de Utande–, fue entregado a una familia de nobles y se le proporcionó una esmerada educación, tanto en ciencias como en humanidades.
Las noticias que llegaban a la corte de sus cualidades eran todas positivas: gozaba de salud, era aplicado y mostraba un excelente rendimiento intelectual, buen jinete y hábil con las armas. Y Felipe IV reconoció su paternidad en 1642, cuando Juan José contaba con trece años de edad.
Esfuerzos para la recuperación de Cataluña (1651-1652)
En 1640, en el contexto de la Guerra de los Treinta Años, Cataluña declaró unilateralmente su independencia de España. Conscientes de que no podían sostener la situación sin ayuda, los dirigentes catalanes buscaron una alianza con Francia, pidiendo auxilio al rey Luis XIII y a su astuto hombre en la sombra, el Cardenal Richelieu. El resultado fue que Cataluña se convirtió de facto en una provincia francesa y en el campo de batalla de una guerra abierta entre España y Francia, que se alargaba irremediablemente. En 1651, Juan José de Austria fue enviado al entonces Principado Catalán, con la misión de cercar y rendir Barcelona. Hacía ya tiempo que Luis XIII y el Cardenal Richelieu habían muerto, lo que dejaba a Cataluña en una situación insostenible: el nuevo monarca francés, Luis XIV, el rey Sol, que había subido al trono con cinco años y en aquel momento aún no había cumplido la mayoría de edad, no deseaba una guerra abierta con España. Así las cosas, en 1652, Barcelona se rindió a las tropas españolas comandadas por Don Juan José. Cataluña volvía a integrarse en la corona de España y el hijo bastardo del rey conseguía el mayor triunfo militar y político de su vida. La paz, sin embargo fue cara: España hubo de ceder el Rosellón y parte de la Cerdaña a la corona francesa.
En el Llibre de Delliberaçions del Consell del Cent constan los 34 capítulos expuestos por la ciudad de Barcelona, base inicial de las negociaciones de paz, y que de forma resumida exponían:
Confirmación de los fueros de Barcelona y del Principado.
Ratificación del Conseller sexto del Consell de Cent (creado por el rey francés).
Garantía de que los alojamientos de tropas en Cataluña se realizarían según las constituciones del Principado.
Renuncia de la Corona al cobro de los quintos.
Don Juan José se había convertido en una especie de guerrero salvador de la patria, algo que él mismo se preocupó de fomentar. El tipo fue uno de los primeros en advertir la importancia de una buena propaganda como medio de ascensión política. Junto a su hombre de confianza y secretario personal, Francisco Fabro Bremundán, puso en marcha en 1661 el primer periódico de información general de la historia de España, la Gaceta de Madrid. Mientras estuvo en su poder, Juan José utilizó la Gaceta para ensalzar su propia figura, convirtiéndola en instrumento de su ambición. En ese sentido, fue un adelantado a su época que advirtió antes que muchos el poder de la opinión pública. La Gaceta de Madrid, inspirada en otras gacetas europeas, como la de París, supuso un paso decisivo en la historia del periodismo español. Sobrevivió a la muerte de sus creadores y en 1762, bajo el reinado de Carlos III, pasó a convertirse en órgano oficial de difusión del Estado. Aún se sigue publicando: la Gaceta fundada por Juan José en 1661 es hoy el Boletín Oficial del Estado.
En 1676 se produjo la caída de Valenzuela, vencido por los continuos escándalos que su privanza provocó; fue entonces cuando, ayudado por los grandes de España y el ejército, Juan José retornó a España con el título de primer ministro de su hermanastro Carlos II, cargo que ocupó hasta su muerte, ocurrida en 1679. Trató de gobernar con honradez, pero se hallaba ligado por sus compromisos con la oligarquía nobiliaria que le había dado el poder; esto, unido a la crisis económica y al hecho de que en política exterior se vio obligado por las continuas derrotas militares a firmar la paz de Nimega en 1678, acabó provocando su desprestigio y la consiguiente decepción de sus partidarios, que habían puesto en su persona las esperanzas y anhelos de recuperar el poder y prestigio del que antaño gozó España en Europa. En sus tres años de gobierno desterró a Valenzuela a Filipinas y humilló a la reina madre en venganza por las anteriores afrentas de ésta.
Juan José de Austria falleció en medio de la indiferencia general, abandonado por todos los que en él habían confiado. Incluso su hermanastro, el rey, se mostró indiferente ante su muerte. Pese a ello, recibió los honores que a su rango le correspondían, fue enterrado en El Escorial y su corazón, por mandato expreso del difunto, mandado a la capilla del Pilar de Zaragoza.

Un Monarca, Un Imperio y Una Espada

Un Monarca, un Imperio, y una Espada
POCOS sonetos de la Edad de Oro han llamado tanto la atención, ni han sido leídos con tanto fervor patriótico, como el de don Hernando de  Acuña dedicado «Al rey nuestro señor» y publicado en 1591, en la edición póstuma de las obras  del poeta. He aquí lo que Francisco Márquez Villanueva (357) ha llamado «tal vez, la página más mostrenca y manoseada de la poesía española del XVI.»
Mostrar que este soneto es una traducción de un poema del humanista granadino Juan Latino; que fue compuesto alrededor de 1573, dos años después de la batalla de Lepanto; y que su destinatario fue Felipe 11, no Carlos V, como han supuesto los estudiosos de la poesía del XVI, es lo que se pretende en las páginas que siguen.
El soneto ha suscitado, desde tiempos de Menéndez Pelayo (399), numerosísimos comentarios, la mayoría de ellos simples efusiones de patriotismo. Nadie ignora que en décadas recientes el célebre verso «un Monarca, un Imperio y una Espada» se difundió gracias al franquismo. Poco importaba que el General Franco, que había conquistado a comunistas y ateos en «justa guerra,» no poseyera un imperio europeo.’ «La concepción española del Imperio no es ansia de conquista, de acaparar territorios, sino afán de espíritu,» explicó Ricardo del Arco y Garay (100) al comentar el soneto de Acuña en 1948, haciéndose eco de Franco mismo (311-13). No cabe duda, afirma José María Pemán en 1940, a propósito de la «Con- quista de Barcelona,» que España está de nuevo en «época. . . [d]e Imperio: que antes de ser dominio expansivo, es dominio interno, fuerza disciplinada de voluntad y dirección» (205).
 Ni el imperio cantado por Acuña ni, por extensión, el «imperio espiritual» del Generalísimo habían sido impuestos «desde arriba.» «[Nlada de esto es tiranía,» escribe Pemán acerca del soneto de Acuña, «ni aplastamiento faraónico de la vitalidad española. Es ésta la que está-precisamente-nutriendo con su viejo fervor heroico y cris- tiano la nueva unidad estatal y autoritaria. Esa persuasión de tener en las manos ‘el estandarte de Christo’ no es consigna intelectual y política de arriba, sino compartida conciencia comunal». Se esperaba, pues, en ciertos sectores de la España de los años 40 el renacer de la época heroica cuyo espíritu había captado el célebre poeta-soldado. Desde el exilio observó Juan Ramón Jiménez:
«Hoy se le coloca [a Acuña] en el altar más alto de lo literario, en el llamado nuevo imperio español». Apenas importaba determinar con precisión cuál era la «edad gloriosa» a que se refería el poeta aurosecular. No cuestionó nadie, que yo sepa, lo que se venía repitiendo por lo menos desde 1929: que el «rey nuestro señor» era el emperador Carlos V. En 1935 había su- gerido José María de Cossío en las páginas de Cruz y Rmya que el soneto se refería a «la derrota de los luteranos en el río Albis» es decir, a la batalla de Mühlberg, donde el Emperador tomó prisionero a Juan Federico, duque de Sajonia, y creyó haber asentado un golpe decisivo a las fuerzas protestantes en Alemania. Es seguro que Acuña asistió al Emperador en esa jornada. Entre 1940 y 1975 varios críticos plantearon, sin poder resol- verlo, el problema de la fecha del soneto, que figuraba ya en todas las antologías e historias de la literatura áurea. La mayoría de ellos (Rosales y Vivanco, Otis H. Green, Milton A. Buchanan, Gui- llermo Díaz-Plaja, J. H. R. Polt, Francisco Márquez Villanueva,
Antonio Vilanova y otros muchos) seguían identificando al «monarca» con Carlos V. De todos ellos, fue Márquez Villanueva quien examinó el soneto más detenida y doctamente, relacionándolo con corrientes ideológicas españolas e italianas (e.g. el pensamiento imperialista de Mercurino Arborio Gattinara) de la época del Emperador, y refutando con energía a los que habían visto el soneto como «cifra de los anhelos y entusiasmos suscitados en los españoles por la supuesta idea y destino imperial del César Carlos».
Insiste Márquez que, sin representar los deseos imperialistas de todos los españoles, el poema pertenece claramente al momento de Mühlberg, en que Carlos logra un «nuevo y arriesgado triunfo en el corazón de Europa».
Que yo sepa, sólo el historiador inglés J. H. Elliott (242, 278) y el crítico norteamericano Elias L. Rivers identificaron al des- tinatario con Felipe II. Observó este último acertadamente: «[Ilt is usually supposed that [Acuña] addressed [his sonnet] to Charles V, but it would be equally appropriate to Philip II, after the naval victory of Lepanto.» En efecto, los dos últimos versos del soneto, en los que el poeta anticipa el segundo más dichoso día en que, vencido el mar, [el rey] venza la tierra no parecen aludir a la victoria-en tierra firme-que goza Carlos V el 24 de abril de 1547. El sentido parece claro: gracias a la victoria marítima, el mundo ya «siente en parte» la «monarquía» del rey. Total o parcialmente, está vencido el mar, y ya se anuncia «el segundo más dichoso día» en que el Rey conquistará también la tierra.
No sólo los dos últimos versos, sino el tono de los que preceden se ajustarían perfectamente a la victoria marítima de 1571, que llamaría Cervantes, décadas después, «la más alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros» (1377).
Poco han aportado al debate crítico los tres estudios más re- cientes de la vida y obras de Acuña. Luis F. Díaz Larios se queja, con razón, de «la falta de referencias concretas que permitan establecer con certeza» la fecha de composición (328). Lorenzo Rubio González  y Gabriele Morelli aceptan, sin más, la fecha de 1547.
Fue compuesto, escribe Morelli, «quasi certamente dopo la vittoria dell’esercito imperiale sui luterani della Lega (Mühlberg, 1547), nel momento cioe di maggior prestigio della potenza spagnola, quando il disegno di pacificazione universale sembrava prossimo a realiz- zarsi» (107).
Uno de los métodos empleados para fijar la fecha del soneto e iluminar su contexto histórico ha sido el análisis de sus antece- dentes italianos y latinos. Márquez Villanueva señala en el soneto «All’Imperatore Carlo V» de Giovan Giorgio Trissino(texto no impreso hasta el siglo XIX) la misma «idea de monarquía universal,» y en una canción que dirige Trissino al papa Clemente VII otras coincidencias notables con el soneto de don Hernando:
Ch’a l’alto suo Clemente Ha riservato il ciel si largo onore,Per fare un sol ovile, e un sol Pastore. [. . .l Prendi dunque, Signor, la bella impresa, Che t’ha serbato il ciel mill’anni, e mille, Per la piu gloriosa, che mai fosse. (366-67) Milton A. Buchanan (466-67) y J. H. R. Polt encuentran la fuente del soneto en el Canto xv del Orlandofurioso: éste observa cómo, en el soneto de Acuña «reaparecen los temas de Ariosto, pero concentrados, reducidos a mayor unidad y . . . precisión».
No se ha explorado hasta ahora la tradición manuscrita del poema. En la Biblioteca de Bartolomé March, en Madrid, se con- serva un bello cancionero (Ms. 23/4/1), apenas consultado por los estudiosos, de poesías del siglo XVI. A juzgar por la letra y el con- tenido, debió de haber sido formado a finales de los años 70 o a comienzos de los 80: están representados Acuña, Pedro de Padilla,
Juan Rufo, Pedro Laynez, Damasio de Frías, Juan de Vergara, Pedro de Guzmán, Vicente Espinel, Gregorio Silvestre y otros ingenios que florecen en la década de los 70. Nótese-el dato tendrá importancia cuando nos refiramos, más adelante, a la vida de Acuña en Granada-que muchos de estos poetas son andaluces. Pues bien:
En el folio 351″ se copia una «Cangion de [Pedro] Laynez al Rey nuestro Señor en la vitoria naba1 del Señor don Juan de austria el año de 1572 [sic]» (se trata del poema publicado en 1970 por José Manuel Blecua, que comienza: «Ynvictísimo príncipe famoso / tér­mino de balor alto y profundo»). A continuación, en el folio 355″,aparece nuestro poema: «Soneto de don hernando de acuña sobre esta victoria al Rey» [sic]. En el folio siguiente, «Otro de [Francisco de] aldana a lo mismo» [sic]:
Dende la eternidad antes que el cielo amaneciesse al mundo el primer día, nombrado, o gran Philipe, Dios te avía por Rey unibersal de todo el suelo. Y así como esparció con santo celo
Baptista la benida del messía, agora Juan de un polo al otro ynbía tras tu nombre ynmortal tu cetro a buelo.
Ha seis mil años casi que camina el tiempo por llegar a consagrarte la grey diversa Reducida en una.
O cómo en ti paró la hedad más dignabien dignamente, y ba tras tu estandarte la gente, el mundo, el tiempo, y la f~rtuna.~ Aunque no es necesario suponer que Acuña conociera los otros dos poemas, quien compare el soneto «Al rey nuestro señor» con el de Aldana descubrirá más de una semejanza: la idea de que Dios ha nombrado a Felipe «por Rey unibersal» y el convencimiento de que «ha seis mil años casi que camina / el tiempo por llegar a consagrarte / la grey diversa Reducida en una;» la visión de «la gente, el mundo, el tiempo y la fortuna» que van tras el «estandarte» del monarca (Ms. 23/4/1; cf. la versión en Aldana, 381-82). En el poema de Laynez surgeon algunos de los mismos conceptos: jOh venturoso tiempo! ;o siglo de oro! jo pacífica hedad! jo gloria entera a vos solo otorgada, en vos cumplida.
Ya goca dulce eterna primavera,O summo movedor del alto coro, por tu ynmensa bondad, la mortal vida, pues presto Reducida en una espera ver la grey diversa de Mahoma, la ley falsa perversa desterrando
(Ms. 23/4/1, fols. 333″-354′; cf. Blecua 93-94)
La presencia del poema de Acuña en este códice nos brinda un dato valioso y aclarador: un colector anónimo, en una fecha indeterminada, no muy posterior a 1572 (lo suficientemente posterior, en todo caso, para que haya podido equivocarse con respecto al año de la batalla) asoció su soneto con otros que celebran la victoria En realidad, las imágenes que he señalado en Laynez y en ,41
dana son patrimonio común de cientos de poetas españoles e italianos que conmemoraron la batalla. No son más características de la época de Carlos V que la de Felipe 11. Al contrario: por muchas razones, el «sueño mesiánico» (Márquez Villanueva 356) de Acuña se ajusta mejor al ambiente de 1571 que al de 1547. Como ninguna victoria española del siglo XVI, la de Lepanto hizo volver la vista hacia el pasado, pero también hacia el porvenir. En las antologías
Sobre este soneto ver D. Gareth Walters (95-96). quien lo relaciona con el de Acuña e insiste que los dos poetas se dirigen a Felipe II.poéticas publicadas a raíz de esta victoria-las más importantes son las de Luigi Groto y de Pietro Gherardi-encontramos gran número de poemas, muchos de ellos «augurios» o «vaticinios,» que presentan a Lepanto como la culminación de varios siglos de his- toria y como un motivo extraordinario de esperanza. Parecía nada menos que milagroso-prueba de la intervención divina-que en un solo día se hubiera aniquilado el poderío de los turcos, que tanto había durado. Escribe un poeta anónimo, en la antología de Ghe- rardi: Quicquid perdiderat Christus iam mille per annos Reddidit una dies, te Pie Quinte duce. (166) Pregunta Antonio Rosaneo en la misma colleción:
Quis brevi captas spatio triremes Credat a nostris trabibus ducentas Sexiesq. octo pariter fugatas Vix tribus horis?
Con la victoria, prometida «desde la eternidad,» se cumplía una profecía y se anunciaba-según los poetas-nada menos que una nueva edad. Escribe Cornelio Amaltheo en un vaticinio dirigido a Felipe II: Tum Parcae unanimes Saturnia saecula reddent, Et rursus terrarum orbem Pax alma reviset. (Gherardi 6)
Se refiere, claro está, a la vuelta de los «aurea saecula» de la edad de Saturno, anunciada por los «vates» o por la Sibila. El que fuera tan joven Juan de Austria, capitán general de la armada de la Liga (tenía 24 años), les hizo pensar, a muchos, en el misterioso puer de la Égloga IV de Virgilio:
Acer adest iuvenis Caroli de sanguine natus atque animis promptus (Franciscus Vicemanus, en Gherardi 8) El nacimiento del príncipe Fernando (diciembre de 1572) justificaba todavía más las alusiones virgilianas: «Iam nova progenies de coelo dimittitur alto» exclama virgilianamente el maestro López de Hoyos.
También el ideal de la unidad religiosa y política, cifrada en la imagen del pastor y la grey, asoma por todas partes. Gracias a la victoria, parecía estar a punto de cumplirse la profecía del evangelio de Juan (10,16):»Fiet unum ovile et unus pastor.» Un poeta italiano dice a Pío V: «Unus Pastor eris, populis c~uxomnibus una» (Ghe- rardi 28), y otro, Mario Verdizoti, anticipa el día en que «gens una simus Christi» y habrá «una fides cunctis, atque una voluntas» (129). Luigi Groto le ruega a Dios: Aprine Padre al tuo voler le ciglia, Che veggon (tua merce) pur giunte l’hore, Che sia solo uno ovil, solo un Pastore (19′)
Y otro poeta, anónimo, observa cómo «da Battro, a Thile /Fan vincendo un Pastore, e un solo Ovile» (Groto 33″).
Que esa victoria haya sido «reservada,» «prometida,» o «con- cedida» al Papa, o a Felipe o a don Juan es otra idea expresada con frecuencia por los poetas de Lepanto. Escribe Antonio Agustín:
Aurea iam properant, properant foelicia saecla  Promissa auspiciis, clare Philippe, tuis.
Y Celio Magno:
Juan Verzosa le asegura a Juan de Austria:
Questo  que dí, che da propitie stelle  Ia per voler del Re del ciel promesso. (Groto 17″) te tanta manebat gloria: te designabant oracula cuneta.
La visión de la batalla no sólo como un fin, sino como un comienzo está también en numerosos poetas. Por una parte, la victoria de don Juan, al comienzo de su carrera militar, fue, según el duque de Alba, «el más alto principio que desde Julio César acá ha tenido soldado» (Colecciów 287). «No es razón,» escribe el duque, «que la lengua calle lo que siente el corazón de tan gloriosa victoria como Dios ha dado al Señor D. Juan, pues este principio lo ha de ser para muchas otras victorias» (283). Después de la batalla, el Papa y otros exhortarían a Felipe II que prosiguiera la lucha, hostigando a los infieles hasta Constantinopla. Un mes después de la batalla, el monarca recibe este consejo:
Haviendo Dios sido servido de dar a la Santa Liga tan grande y tan no pensada victoria contra el thirano infiel, no solamente se asegura por muchos años el mar, pero aún se ha de tener en mucho más el haverse abierto tan gran puerta para entrarle y mucho menoscabarle en sus estados, si la victoria se siguiese y se executasse con la presteza y pujanqa que se podría y convernía (Serrano 146 n. 1)
En la euforia del momento, los poetas, entre ellos el veneciano R. Benedetto, podían imaginar hasta la recuperación de Jerusalén:
«Iam venit plenitud0 temporis, ut de mano Turcorum / Terram sanctam auferamos, & per eam . . . ambulemus» (Gherardi 36).
De ahí la imagen de Acuña de que, «vencido el mar,» se venza también la tierra. Antonio Agustín urge a Felipe: «Junge ergo terras cum maris imperio,» y otros muchos expresan la misma idea (López de Toro 62, 184, 322, 324, 338, 353, 355, etc.). Huelga decir que la idea tendría infinitamente menos resonancia en 1547, año en que, como admite Márquez, no había ninguna victoria marítima reciente que celebrar: «la empresa de Túnez queda ya muy atrás y algo empañada por el fracaso de 1541 en Argel» (367).
Poco pueden ayudarnos, a la hora de fechar el soneto, estas imágenes, esparcidas por la obra de varios poetas. Y sin embargo, me parece obvio que no son menos frecuentes en la poesía en torno a Lepanto que en la época de Carlos V. Si no arrojan luz definitiva sobre la fecha del soneto las imágenes que Acuña comparte con otros poetas, veamos las que el soneto tiene en común con el resto de su obra. Dos composiciones dedicadas a Carlos V han sido utilizadas para apoyar la hipótesis de que el soneto se dedicara al Emperador.
Me refiero, primero, a las octavas «A Su Magestad» (Carlos V) que Márquez Villanueva fecha entre 1552 y 1556 y que encuentra «de carácter y sentido obviamente afines al soneto»:
Invictísimo César, cuyo nombre el del antiguo Carlo ha renovado, al sonido del cual tiemble y se asombre la tierra, el mar y todo lo criado;
en quien Roma su imperio y gran renombre conoce más que nunca sublimado, y do el dichoso siglo que os alcar~za pone primera y última esperanza. (90)
 En realidad, sólo las palabras subrayadas se relacionan estrecha- mente con nuestro poema. Otra vez, se trata de lugares comunes(propios, en este caso, del elogio a cualquier monarca), que no demuestran la proximidad temporal del soneto.
Mayor interés ofrecen las quintillas siguientes, tituladas «Epigrama a la muerte del emperador Carlos Quinto,» escritas antes de 1552 (año en que fueron publicadas en la traducción de Acuña de El caballero determinado), revisadas en fecha indeterminada, e impresas en Varia poesía. Los cinco versos primeros aluden a la victoria de Mühlberg:
Los tiranos rebelados de la Fe y dé1 [de Carlos] en su tierra, con gran liga conjurados, fueron dé1 en justa guerra presos y desbaratados;
y por él, en conclusión, la Cristiana Religión, perseguida y trabajada fue en sus tiempos amparada de toda persecución. (354-55) Otra vez, la relación intertextual es tenue: estamos ante la conocidísima imagen de Carlos V como defensor de la fe católica. Más peso habría tenido el cotejo del soneto con la «Égloga H que comienza en el fol. 17′ de Varias poesías, donde ocurren no sólo semejanzas conceptuales sino también fónicas. Compárese, por ejemplo, este terceto, que alude a cómo Damón (¿Acuña?) abandonó Italia para asistir al Emperador en la campaña de Alemania:
Con los versos 4-5 del soneto:
Y del gran César con la grande armada se vino en estas partes por hallarse en tan gloriosa empresa !! tal jornada (128)
Ya tan alto principio en tal jornada os muestra el fin de vuestro santo celo.
Curiosa coincidencia, pero otra vez falta un enlace seguro. Ni si- quiera sabemos con seguridad la fecha de la égloga. Ninguna de estas coincidencias nos permite fechar el soneto, ni saber si Acuña se dirigía a Carlos o a Felipe. La lectura atenta del resto de su obra no descubre otras pistas. Y aun si existiera un poema de 1547 con el mismo repertorio de imágenes que el soneto, la fecha del soneto quedaría en duda. Es lógico suponer que la visión ideológica deAcuña (su creencia en el monarca como agente divino, destinado a formar un imperio cristiano mediante la conquista de los infieles) ya estaba formada cuando Felipe asumió el poder. Es decir: en 1571 daría expresión, con las mismas imágenes, a ideales políticos, nutridos durante su contacto con Carlos.
La fecha del soneto puede descubrirse mediante el análisis in tertextual, pero de un modo totalmente insospechado. Nos brinda la solución definitiva-la más definitiva posible-un poema sobre Lepanto del humanista Juan Latino, publicado en Granada (donde éste fue «moderator adulescentiae») en 1573, en la colección titulada Ad Catholicum pariter et invictissimum Philippum Dei gratia Hispaniarum Regem, de foelicissima serenissimi Ferdinandi Principis nativitate epigrammatum liber. En el texto de Latino (fol. 11″) están presentes, en el mismo orden, todas las imágenes del soneto de Acuña. Copio a continuación el poema latino, cotejándolo con el de Acuña. Las palabras en mayúsculas traducen verbum pro verbo a Latino, pero el lector no dejará de notar otras semejanzas.
Ad Catholicum, et invictissimum regem Philippum, de victoria parta in perfidos Turcas epigramma.
Optata accessit, sde]clis labentibus aetas,
Volvitur haec praesens gloria dicta venit:
Ya SE ACERCA, Señor, o es ya llegada
la EDAD gloriosa . . .
Quae fibi promissa est coelesti lege, Philippe,
Temporibus currit sorte dictata tuis.
Unus cum pastor, terris grex onznibus unus,
Unaq; Christicolas servet amorejides.
UNA GREY Y UN PASTOR SOLO en el suelo,
POR SUERTE A VUESTROS TIEMPOS reservada.
Coelum principzo cursus ostendere finem
Visum, q; tendat nzens tua sancta Deo.
Nuntiat in~w-rrimis tristi solatia nzundo,
Unius nutu regia cuneta fore.
Rex unus populis, ensis versandus & unus,
Unum idemq; caput, gentibus imperium.
Ya tan alto PRINCIPIO en tal jornada
OS muestra EL FIN de VUESTRO SANTO CELO,
y ANUNCIA AL MUNDO, para más CONSUELO,
UN MONARCA, UN IMPERIO Y UNA ESPADA.
AL REY nuestro Señor
. . . en que PROMETE EL CIELO
Ortn’s terrarum sentit tua iura seorsum,
Solius en regnum sperat ubiq; tuum:
Quod tibi nunc iusto peperisti Illarte, Philippe,
Ya EL ORBE DE LA TIERRA SIENTE EN PARTE
Y ESPERA EN TODO VUESTRA MONARQU~A,
CONQUISTADA POR VOS EN JUSTA GUERRA.
Armis res summus regna subacta tenes.
Nanz cui commisit Christus sua bella geranda,
Vexillunzq; dedit, & pia castra Deus:
QUE A QUIEN HA DADO CRISTO SU ESTANDARTE
Iam volvenda dies reddetur /tumine foelix,
Quae vzcto terras addat in orbe mari
dará el segundo MÁS DICHOSO DIA
EN QUE, VENCIDO EL MAR, venza LA TIERRA.
Algunas de las anotaciones que imprime Juan Latino en el margen de su poema enriquecen el sentido del soneto de Acuña. La primera de ellas no hace más que resumir el asunto
: «Gratu- latur Poeta Philippo innvictissimo prosperam, ac foelicem vic- toriam.» Pero la frase «Unus cum pastor. . .,» parafraseada con las palabras «Una fides, unus Pontifex summus Ecclesiae caput» demuestra que la imagen del pastor no alude al rey, como algunos han supuesto (Green 102), sino a Pío V, arquitecto de la liga entre España, Venecia y la Santa Sede. Los versos 9 y 10 quedan explicados así: «Philippus Monarcha futurus.» La nota a los versos 12- 16 trata del léxico y de la métrica: «Archaysmus [jcuál?], non enim fit Ecthlipsis»: no ocurre la sinalefa (o echthlipsis) entre «unum» e «idemq.» La frase «iusto Marte» queda explicada con «semper iusta bella Philippus gerit.» Los versos sobre la entrega del estandarte están caracterizados como «ratio a maiori,» ar­gumento de lo más a lo menos; y los dos versos finales aluden al «Tempus Catholicis exoptatum.»
Los dos textos-el original de Juan Latino y la traducción de Acuña-se relacionan tan estrechamente que no hace falta una comparación más detallada. Del famosísimo verso «un Monarca, un Imperio y una espada» queda, incluso, constancia en el lema que acompaña el escudo impreso en la página siguiente: «COELI- TUS UNUM IMPERIUM, ENSIS UNUS, REX UNICUS ORBIS».
Y, sin embargo, surge inmediatamente una duda. ¿Quién tradujo a quién? ¿Acuña a Latino o vice versa? Recuérdese que el poema de Latino se imprime en 1573 (después del 14 de abril, fecha de la tasa) en la imprenta granadina de Hugo de Mena. Se sabe, gracias a las investigaciones biográficas de Narciso Alonso Cortés (95-96) que Acuña había llegado a Granada en 1569, y que vivió allí hasta su muerte, alrededor de 1580. Son escasísimas las noticias de su estancia en esa ciudad, donde, según testimonios de la época, se relacionó con el círculo de Gregorio Silvestre. Un dato nos permite suponer-no es más que una hipótesis-que Acuña estaba en Granada en 1573: en este mismo año su amigo el historiador Luis del Mármol Carvajal publica en Granada la Primera parte de la descripción general de África, e inserta en los preliminares de su libro una octava que compone don Fernando para esa ocasión (Rubio González 262). Y si Acuña frecuentaba los círculos literarios granadinos en 1573, no parece probable que Latino tradujera su poema sin mencionarlo en el epígrafe. La traducción al latín de las obras maestras de la poesía española no era insólito, pero no sabemos que Juan Latino lo practicara. En contraste, el interés de Acuña en la traducción es notorio. No exagera mucho Márquez Villanueva al llamarle «un verdadero genio de la adaptación» (371). El prólogo a su traducción de El caballero determinado revela interés en los problemas prácticos de la traducción literal, y al período granadino suelen asignarse (no sé con qué fundamento) las que hizo de «La contienda de Ayax Telamonio y de Ulises» y la «Fábula de Narciso,» ambas traducidas del latín. En el movimiento del latín al español, hay un proceso de sabia condensación: se hace cuesta arriba imaginar el movimiento en sentido contrario, y que Latino añadiera- ¿con qué fin?-las frases que no aparecen en el soneto de Acuña.
Sería, por otra parte, innecesariamente complicado imaginar que el humanista granadino resucitara en latín (y anotara), 25 años después de la batalla de Mühlberg, un poema en lengua vulgar, inédito hasta 1591. Todas las imágenes principales del poema de Latino se encuentran, aplicadas a la batalla de Lepanto, en el resto de su obra: la imagen de «un solo pastor»; la noción de que Dios mismo le ha concedido esta victoria a Felipe; la vuelta de una edad de oro; la visión de Lepanto como el comienzo de una monarquía cristiana universal:
Turbetur mundus, regnabis, Summe Philippe,
Terrarum Domino en redditur imperium.
Haereticus perdet sub te sua dogmata, Christum
Admittet, victus legibus, alme, tuis.
Se deslizan, en otras obras suyas, versos de corte muy parecido a los que utiliza en el poema traducido por Acuña. Compárese, por ejemplo, el arranque del poema con el comienzo de esta elegía a la reina Juana (habla ella):
Optata accessit, saeclis labentihs aetas,
Volvitur haec praesens gloria dicta venit
Expectata redit lustris labentihs aetas
Venit, dum vivo tempus & hora mihi
No se trata, en absoluto, de imágenes sugeridas por la lectura del soneto de Acuña. De hecho, mientras compone su poema, el humanista granadino se acuerda, como es natural, de Virgilio (cf. Ég. rv, 46-52 y En. 1: 283), a quien Acuña también debió de recordar, aun sin la mediación de Latino. Por ejemplo, la anáfora (ya) de los versos 1,5y 9 del soneto, podría relacionarse con los versos 4-7 de la égloga de Virgilio:
Vltima Cumaei venit iam carminis aetas;
magnus ab integro saecloruum nascitur ordo.
iam redit et virgo, redunt Saturnia regna,
iam nova progenies caelo demittitur alto.»
Algunas de las expresiones de Acuña-p. ej. el cultismo sernántico «por suerte,» que alude a la profecía («sors»)~delatan el original latino. Por otra parte, como queda dicho, ninguna de las imágenes que emplea Acuña en el soneto se encuentran en otros poemas suyos. Conviene recordar que, aunque la fama de éste se deba principalmente al soneto «Al rey» (incluido por Fitzmaurice-Kelly en1913 en The Oxford Book of Spanish Verse), apenas cultiva, en el resto de su obra, la poesía política, tan importante, por ejemplo, en la obra de Aldana. Lo contrario podría decirse de Latino, acé- rrimo defensor de las glorias de los Austrias, autor de sólo dos libros: una colección de epigramas, con un poema épico dedicado a la victoria de Lepanto; y una colección de versos latinos elegíacos y encomiásticos sobre la «traslatio» de los restos de la familia real al mausoleo que Felipe estaba construyendo en El Escorial (1574). Las razones estílisticas, textuales e históricas que hemos ex- puesto nos obligan a pensar que, aunque dé expresión a ideales que Acuña adquiriera durante sus años de servicio al emperador, el soneto es obra de su madurez. El «monarca» es Felipe 11; la gloriosa jornada, la de Lepanto. El soneto de Acuña ha de relacionarse con la espléndida cosecha poética de Fernando de Herrera, Juan Rufo, Alonso de Ercilla y otros «poetas de Lepanto.» Aunque no cabe explorarlo ahora, el contexto ideológico es también otro, no menos complejo, por cierto, que el de 1547, descrito por Márquez Villa- nueva. Huelga decir que el fervor imperialista del soneto no re- presentaba en 1571 (como tampoco en 1547 o 1940) lo que Pemán llamaba cínicamente una «compartida conciencia comunal» (67).
Mientras el negro Juan Latino escribe sus «epigramas» sobre Le- panto y elogia en verso al Santo Oficio, fray Luis de León elabora, desde la cárcel, De los nombres de Cristo, quejándose amargamente de «los que agora nos mandan» y reconociendo como «buen Pastor» únicamente a Jesús. «Porque a la verdad, todo este poder temporal y terreno que manda en el mundo, tiene más de estruendo que de sustancia, y pássase como el ayre, bolando».Un Monarca, un Imperio, y una Espada

Historias de la Historia de España; Capítulo 77. Érase un 21 de octubre en alta mar,un brigadier y una heroica actuación a bordo del Bahama.

Don-Dionisio-Alcalá-Galiano

Navegante español, nacido en Cabra (Córdoba) en 1762, y fallecido en Trafalgar en 1805

En 1771, a los 11 años de edad, ingresó en la Armada de España, sentando plaza de guardiamarina. Estudioso y aplicado, amante de las ciencias, se distinguió pronto como cartógrafo. Muy joven fue destinado a cooperar en la formación de las cartas marítimas, trabajo por el cual sintió desde entonces particular afición y en el que se distinguió con sumo provecho de la ciencia.

Embarcó en la fragata Júpiter en 1776 y al año siguiente tomó parte en la expedición que contra los portugueses llevó a cabo una escuadra al mando del marqués de Casa Tilly, con un cuerpo de desembarco a las órdenes del general Pedro de Cevallos, que tuvo por resultado la toma de la isla Santa Catarina en la costa del Brasil.

Pasó después a Montevideo y participó en el bloqueo y rendición de la Colonia del Sacramento, ocupada por los portugeses, como oficial de órdenes de Gabriel de Guerra, comandante del Río de la Plata. Embarcó en el paquebote San Cristóbal y en él sirvió dos años en aguas del archipiélago de las islas Malvinas, donde el gobierno español trataba de hacer valer su soberanía una década después de la expedición y el intento de apropiación francesa a cargo de Louis Antoine de Bougainville.

En 1778 ascendió a alférez de fragata. De nuevo en Montevideo, y declarada la guerra a Gran Bretaña, se dedicó al corso apresando a una fragata mercante enemiga. Regresó a Cádiz a bordo de la fragata Santa Bárbara.

Durante todos estos años, su afición a las ciencias le llevó a ampliar sus conocimientos, haciendo los estudios que por aquellos años se denominaban sublimes, mayores y astronómicos.

En 1784 participó en el proyecto hidrográfico de Vicente Tofiño, y al año siguiente fue asignado a la expedición de Antonio de Córdoba al estrecho de Magallanes, con objeto, entre otros, de experimentar si realmente valía la pena acometer sus pasos, con los buques de vela de aquel tiempo, a pesar de los huracanados vientos de componente oeste y las fuertes corrientes, o bien si era mejor desafiar los temporales del mar abierto, doblando el cabo de Hornos. Galiano fue designado para formar parte de esta expedición por recomendación especial de Tofiño, por tener fama de aventajado en los estudios astronómicos y en el manejo de los instrumentos a emplear; era ya teniente de fragata.

En 1788 colaboró de nuevo con Tofiño en una expedición cartográfica a las Azores y en 1789 se embarcó para América del Sur con Alejandro Malaspina. El 20 de septiembre de 1789, Alcalá Galiano y Felipe Bauzá establecieron un observatorio en Montevideo para estudiar el paso de Mercurio por delante del Sol. Alcalá Galiano escribió en su diario: «Para el día 5 [de noviembre] esperamos el paso de Mercurio sobre el disco del Sol, que lo hemos calculado por las latitudes y longitudes heliocéntricas, usando para Mercurio las 9 tablas de Monsieur [Joseph] de la Lande, como por estenso se ve en el cálculo; no encontramos acordes nuestros resultados con los del Conocimiento de tiempos de Almanak Náutico, pero estamos seguros de haver usado en nuestro cálculos la mayor prolixidad». La noticia de esta falta de acuerdo con el Almanaque fue aplicada por Urbain Le Verrier en sus Recherches sur l´orbite de Mercure (París, 1843) para determinar el valor numérico de la anomalía correspondiente al desplazamiento secular del perihelio del planeta. Alcalá Galiano hizo también obeservaciones del eclipse (inmersión) del segundo satélite de Júpiter.

Esta expedición, siguiendo la estela de James Cook y Jean-François de La Pérouse, se efectuaba no sólo con fines hidrográficos y astronómicos, sino también para estudio de la botánica y de las ciencias naturales en general, a cuyo efecto embarcaron naturalistas y dibujantes. Otro importante objeto de la expedición era conocer la verdad del estado de las colonias españolas y sus necesidades políticas, económicas y militares. Galiano trabajó en la expedición con su ahínco acostumbrado y publicó al final una interesante Memoria con el resultado de sus observaciones astronómicas y cálculos.

Tras doblar el cabo de Hornos en compañía de Malaspina, recalaron juntos en Acapulco, donde recibieron la orden de efectuar una detallada exploración para comprobar o desechar la idea de la existencia del Paso del Noroeste, unión entre los océanos Atlántico y Pacífico, como había asegurado el navegante español Lorenzo Ferrer de Maldonado y también Juan de Fuca. A tal efecto, se propuso al virrey que los capitanes de fragata Dionisio Alcalá Galiano y Cayetano Valdés dejasen la expedición de Malaspina, tomasen el mando de las goletas Sutil y Mejicana y llevasen a cabo un prolijo reconocimiento del estrecho de Juan de Fuca. Ambos barcos eran de muy poco calado, a propósito por ello para navegar por canales de poco fondo. La Sutil, aparejada de bergantín, y la Mejicana, de goleta, ambas bien pertrechadas de instrumentos astronómicos, antiescorbúticos y de objetos de rescate para regalar y cambiar con los indios. Como segundos iban los tenientes de navío Vernaci y Salamanca; Galiano, como oficial más antiguo, mandaba la expedición.

Visitaron primero el puerto de Nutka, donde había un puesto y varios buques españoles. Por observaciones astronómicas obtuvieron la longitud de Nutka, para referir a ella todas las demás por medio de los cronómetros, y procedieron a efectuar los reconocimientos ordenados luchando con las rápidas corrientes y los fuertes vientos encajonados entre altas montañas.

Antes de retornar a Nueva España, trabó conocimiento y cortés amistad con el célebre explorador George Vancouver. Con él los españoles cambiaron información sobre los descubrimientos realizados por los de una y otra nación, y una vez reconocidas todas las calas, con los buques o con los botes, y no hallada salida alguna, se dieron por terminadas estas exploraciones, demostrándose el carácter apócrifo del viaje que confirmaba al estrecho de Fuca como canal de unión entre los dos océanos.

Trafalgar

Puesto que desde el 12 de diciembre de 1804 existía estado de guerra con el Reino Unido, por la agresión injustificada llevada a cabo contra cuatro fragatas españolas a la altura del cabo de Santa María, se había conferido a Galiano el mando del navío Santa Ana, de 112 cañones, del que después fue relevado, para ocuparse por entero «al desempeño de los trabajos relativos a su expedición en que había estado empleado en el Mediterráneo, terminando por fin la «Relación»».

Cuando empezaron los armamentos en el departamento de Cádiz con toda intensidad, Galiano se dirigió al Príncipe de la Paz, rogándole le confiriese un destino que pudiese servir a su Patria con las armas. Se le dio el mando del navío Glorioso, que permutó por el San Leandro, y a finales de mayo tomó de nuevo el mando del Bahama. La escuadra combinada entró en Cádiz después de la expedición contra la Martinica, y las fuerzas del general Álava que estaban de apostadero quedaron a las órdenes de Federico Gravina.

La débil escuadra bloqueadora de Cuthbert Collingwood se fue reforzando más y más. Galiano se ofreció de nuevo para forzar el bloqueo e ir a América en busca de caudales.

Ordenada por Napoleón a Villeneuve la salida de la escuadra, se convocó a bordo del buque insignia un consejo de guerra al que asistieron Churruca y Galiano como únicos brigadieres, el segundo en calidad de comandante del Cuerpo de Pilotos.

Al refutar la opinión general de los españoles, expuesta por el mayor general Escaño, de ser contrarios a la salida sin esperar un debilitamiento de los británicos, el contraalmirante Magón se expresó de manera harto inconveniente. Galiano, de carácter vehemente, le replicó con acaloramiento, llegando al punto de temerse un duelo entre ambos.

Galiano había acompañado a su familia dos días antes a Chiclana, con el pensamiento de volver pronto, pues era cosa decidida que la escuadra no saldría. No obstante, de improviso, en la madrugada del 19 de octubre salió el Bahama formando parte de una división avanzada mandada por Magón.

Ya fuera toda la escuadra, el Bahama formaba parte de la segunda división de la escuadra de observación mandada por Gravina. En la mañana del 21 quedó en la línea a retaguardia, entre el Plutón y el Aigle, ambos franceses.

Galiano presentía el duro golpe que iba a recibir España en su Armada y estaba resuelto a perecer con honor. Dirigiéndose al guardiamarina Butrón, su pariente, y señalándole la bandera, le dijo: «Cuida de no arriarla aunque te lo manden, porque ningún Galiano se rinde y ningún Butrón debe hacerlo».

El Bahama se batió heroicamente con dos navíos enemigos y en algún momento con tres. En la enérgica defensa que Galiano realizó de su buque, recibió primero una contusión en la pierna a consecuencia de un balazo que le dobló el sable. Después un astillazo en la cara que le hizo perder mucha sangre, negándose a dejar su puesto. Otra bala le arrebató el anteojo de las manos y, por último, un proyectil de cañón de mediano calibre le destrozó la cabeza quitándole la vida.

Desarbolado el buque y todo cubierto de cadáveres, el teniente de navío en quien recayó el mando, juzgando toda resistencia inútil y hallándose ya el navío falto de todo poder combativo, ordenó arriar la bandera, cosa que no tuvo que hacer el guadiamarina Butrón, que ya había sido herido gravemente. El furioso temporal que siguió al combate arrojó al Bahama contra la costa.

Recibió sepultura en la mar y su recuerdo es perpetuado en el Panteón de Marinos Ilustres con una lápida, colocada en la tercera capilla del Oeste, que dice lo siguiente:

 A la memoria
 del Brigadier de la Armada
 Don Dionisio Alcalá Galiano,
 muerto gloriosamente sobre el navío de su mando
 el Bahama en el combate de Trafalgar
 el 21 de octubre de 1805

Historias de la Historia de España; Capítulo 76. Érase una travesía «Más Allá».

plus ultra

Plus Ultra lleva por nombre el hidroavión del Ejército del Aire Español que realizó por primera vez un vuelo entre España y América, siendo su destino Buenos Aires, Argentina.

El vuelo del «Plus Ultra» siguió aproximadamente la ruta tomada en 1922 por los aviadores portugueses Sacadura Cabral y Gago Coutinho, en la Primera travesía aérea del Atlántico sur (de Lisboa, Portugal a Río de Janeiro, Brasil).

Despegó el 22 de enero de 1926 frente a La Rábida en Palos de la Frontera (Huelva).

Los cuatro tripulantes del hidroavión fueron el comandante Ramón Franco, el capitán Julio Ruiz de Alda, el teniente de navío Juan Manuel Durán y el mecánico Pablo Rada, todos ellos españoles.

El Dornier Do J Wal, está considerado como el avión más importante diseñado por Dornier a principios de la década de los años 1920. El amplio casco de doble pendiente, totalmente metálico, incorporaba flotadores de sección aerodinámica para darle mayor estabilidad en el agua.

La planta motriz consistía en dos motores Napier «Lion» de 400 cv, en tándem sobre la sección central del ala, que accionaba una hélice tractora y otra impulsora. El piloto y el copiloto estaban sentados lado a lado, al descubierto, teniendo detrás de ellos la radio.
Envergadura: 22,5 m Longitud: 17,2 m
Planta motriz: 2 motores Napier Lion de 400 cv.
Superficie alar: 96 m²
Combustible: 4.000 L
Carga útil: 5 tripulantes
Peso máximo en despegue: 5.700 kg
Velocidad de crucero: desde 145 km/h con carga máxima hasta 180 km/h
Alcance: 1.350 millas

La primera etapa se inicia en Palos de la Frontera en el muelle de la Calzadilla, elevándose el hidroavión frente a La Rábida en la desembocadura del río Tinto y termina en Las Palmas de Gran Canaria. La travesía dura ocho horas, al atardecer, el hidro se posa en el Puerto de la Luz. La multitud se agolpa en los muelles para aclamar a los aeronautas. El día 26, desde la bahía de Gando, despega el Plus Ultra rumbo a Porto Praia (Islas de Cabo Verde), final de la segunda etapa que dura nueve horas cincuenta minutos.

Desde las Islas de Cabo Verde (Porto Praia) a Fernando de Noronha (2305 km), hay que reducir al límite la carga del avión. El uso del radiogoniómetro, utilizado por primera vez en este tipo de vuelos, permitió a la aeronave mantenerse en la ruta correcta, sin desviaciones en la etapa más larga del recorrido. El día 31 se salvan los 540 km que separan la isla de Pernambuco, en tierra firme, y no sin peligro, pues cuando faltan más de cien kilómetros la hélice posterior se rompe y es preciso arreglarla en pleno vuelo. Ello alarga en más de una hora el tiempo previsto para la travesía.

En Pernambuco la tripulación descansa para realizar reparaciones. El 4 de febrero se llega hasta Río de Janeiro (Brasil) (2.100 km) en doce horas y quince minutos. El recibimiento tributado a los aviadores fue apoteósico. El día 9, Montevideo, al día siguiente, Franco, Ruiz de Alda, Durán y Rada llegan a Buenos Aires entre aclamaciones de muchedumbres de argentinos y españoles, que lloran, gritan y vitorean a España.

La llegada de los españoles se recordará durante mucho tiempo. Los grandes diarios porteños exaltaron la hazaña del piloto Franco y sus compañeros como algo que enorgullecía a toda la estirpe iberoamericana.

El famoso cantor de tango Carlos Gardel, grabó en Barcelona en homenaje al Plus Ultra un tango titulado La gloria del águila:

Desde Palos, el águila vuela
y a Colón, con su gran carabela,
nos recuerda con tal emoción
la hazaña que agita todo el corazón.

Y cantarán con todas las naciones
entrelazando los corazones,
y en tal clamor surge un tango argentino
que dice a España, Madre Patria de mi amor.

Dos países en un noble lazo,
con el alma se dan un abrazo.
Es la madre que va a visitar los hijos
que viven en otro hogar.

En total el Plus Ultra recorrió 10.270 km empleando 59 horas y 39 minutos. Desde el punto de vista técnico el vuelo fue un éxito rotundo, tanto para el primer piloto Ramón Franco, como para el segundo de a bordo, el Capitán Julio Ruiz de Alda. Para España, el vuelo del Plus Ultra fue de suma trascendencia.

El Rey Alfonso XIII de España donó el «Plus Ultra» a la Armada Argentina donde sirvió como avión correo hasta ser retirado del servicio. Actualmente se exhibe en el Complejo Museográfico Provincial «Enrique Udaondo» de la ciudad de Luján, Argentina. A fines de la década de los ochenta fue enviado a España para realizar una restauración general, con el objeto de reeditar la hazaña de 1926. Sin embargo, el estado general del Plus Ultra era tan malo que era necesaria una reconstrucción casi completa (ver diario ABC de España del 8/8/1988). Por ese motivo, se procedió a hacer una restauración general orientada a su exhibición en un museo.

Una réplica está expuesta en el Museo del Aire de Madrid (Aeródromo de Cuatro Vientos en la carretera nacional N-V).

Historias de la historia de España; Capítulo 75. Érase un 19 de enero y un «Viejo Profesor».

tierno galvan
Nació en Madrid en 1918. Cursó el bachillerato en el instituto Cervantes. Tras sus experiencias juveniles durante la Guerra Civil, en la que militó en el bando republicano, inició su carrera política como figura de la oposición al franquismo desde la Universidad. Durante los años cincuenta y setenta simbolizó el descontento primero y la rebelión después de parte de la comunidad universitaria.

Doctor en Derecho, Doctor en Filosofía y Letras, Catedrático de Derecho Político desde 1948 hasta 1953 en la Universidad de Murcia, y desde 1953 hasta 1965 en la Universidad de Salamanca, y fue en esta última donde aglutinó un núcleo de profesores y estudiantes, algunos de los cuales —Como Raúl Morodo o Fernando Morán— pasaron de discípulos a colaboradores políticos.

Fue el primero en traducir el Tractatus de Ludwig Wittgenstein y realizó importantes estudios sobre la novela picaresca, la novela histórica y la sociología de masas. Hombre muy culto, escribió unas interesantes Acotaciones a la historia de la cultura occidental en la Edad Moderna (1964) y tradujo la obra fundamental de Edmund Burke, las Reflexiones sobre la Revolución Francesa. En Salamanca dirigió un Boletín Informativo del Seminario de Derecho Político, que utilizó de plataforma de opinión y creó una Asociación por la Unidad Funcional de Europa, de corta vida y con un ideario político que mezclaba el humanismo y el europeísmo y que se decía socialista sin pertenecer por ello al PSOE. Por sus actividades políticas sufrió el rigor de las cárceles franquistas en 1957.

Su prestigio político e intelectual queda consolidado en los años setenta, tras su confuso ingreso y expulsión de la Agrupación Socialista Madrileña —que teóricamente obedecía al PSOE histórico, cuya ejecutiva estaba afincada en Toulouse—, su presentación como intelectual marxista pero no «escolástico» y su expulsión a perpetuidad (junto a otros catedráticos y profesores universitarios como José Luis López Aranguren y Agustín García Calvo) de la Universidad española tras las protestas estudiantiles, iniciadas en Madrid en 1965, en contra de la dictadura franquista y que él apoyó. En 1966 se traslada a Estados Unidos donde fue profesor en la Universidad de Princeton (1966–1967), y se convirtió en el líder de la Federación Socialista en Madrid —también conocido como el «grupo de Marqués de Cubas», por su domicilio de actuación—, con el que buscaba liderar a todo el socialismo del interior. Tras una entrevista con Rodolfo Llopis en París en 1966, y al regresar a España, en 1968, funda el Partido Socialista del Interior (PSI), que posteriormente, en 1974, pasó a llamarse Partido Socialista Popular (PSP). Ese mismo año, junto al Partido Comunista de España (PCE), el Partido del Trabajo de España (PTE), el Partido Carlista (PC) y numerosas personalidades independientes, formaría la Junta Democrática de España (JDE).

En las primeras elecciones municipales de la democracia (abril de 1979) se presenta a la alcaldía de Madrid. Aunque su partido no es el más votado (fue la UCD), una coalición con el PCE le da la alcaldía. Su popularidad como alcalde fue enorme, siendo reelegido en 1983 con mayoría absoluta, siendo, hasta la fecha, el único socialista en lograrlo. Su labor como alcalde suscitó una extraña unanimidad a su favor, que fue más allá de su filiación política y su fama traspasó las fronteras del país llegando a presidir la Federación Mundial de Ciudades Unidas. Madrid vivió en esos años un espectacular renacimiento de su vida cultural, artística y social, adormecida durante el franquismo, que se conoció como «movida madrileña» y que llegó a identificarse con la figura misma del «viejo Profesor» y su particular populismo, que conectaba tanto con la juventud como con la tercera edad. Murió en enero de 1986 en Madrid siendo alcalde y fue despedido por el pueblo de Madrid con una multitudinaria manifestación de duelo que colapsó la ciudad entera. Es muestra de su carisma irrepetible el que el PSOE madrileño no haya encontrado un sustituto a su altura desde entonces y haya fracasado en sus intentos de recuperar la Casa de la Villa en los años noventa. De sus abundantísimos trabajos políticos, jurídicos y ensayísticos destacan su libro de memorias Cabos sueltos y los celebres Bandos municipales redactados por él mismo, llenos de ingenio, fina ironía y gran talento literario.

Durante sus casi siete años de mandato, llevó a cabo importantes reformas, entre las que destacan:

-Demolición del paso elevado para automóviles, popularmente conocido como Scalextric por similitud con la pista de coches de juguete, que se hallaba situado en la Glorieta de Atocha. Esta construcción, de alto impacto estético, fue sustituida por un subterráneo.

-Reordenación del mapa administrativo de la ciudad, que pasó de 18 juntas de distrito a 21.

-Reedificación de varios barrios, especialmente en las zonas de Orcasitas, Villaverde y Vallecas. Estas zonas estaban muy afectadas por el problema del chabolismo desde la década de 1960, y las infraviviendas de una planta fueron sustituidas por bloques de pisos modernos.

Con estas y otras actuaciones alcanzó una gran popularidad. Escribió un interesante libro de memorias, Cabos sueltos (1981), en una prosa culta e irónica excelente. Sin embargo, algunos autores le acusaron, después de investigar la verosimilitud del personaje que se había hecho construir «el Viejo Profesor», de desfigurar su propia trayectoria personal.

En cualquier caso, se ganó el afecto de los madrileños con sus humorísticos y bien escritos Bandos municipales y con iniciativas que cuidaban los pequeños detalles como devolver los patos al Río Manzanares y las flores a los parterres públicos, incluso entre los jóvenes, al apoyar la llamada Movida madrileña. Su entierro, el día 21 de enero de 1986, se convirtió en una de las concentraciones más numerosas de las ocurridas en la capital de España.

Citas
«Bendito sea el caos, porque es síntoma de libertad.»
«El Estado es nuestro enemigo. Un Estado sin limitaciones es el peor enemigo del hombre.»
«El poder es como un explosivo: o se maneja con cuidado, o estalla.»
«El torero sigue siendo mítico y, cuando expresa la valentía humana frente a la bruta, el pueblo se enardece y los viejos entusiasmos reaparecen.»
«Es difícil ser bueno y fuerte a la vez. Y, por lo común, cuanto más fuerte se es menos razón se tiene.»
«La buena didáctica es aquella que deja que el pensamiento del otro no se interrumpa y que le permite, sin notarlo, ir tomando buena dirección.»
«La democracia es la transposición de lo cuantitativo a lo cualitativo: que lo que quieren los más se convierta en lo mejor.»
«La política ha dejado de ser una política de ideales para convertirse en una política de programas.»
«Las ideologías llevan inevitablemente a la decepción, porque tienden a lo perfecto, que luego el contacto con la vida real hacen imposible.»
«Los bolsillos de los gobernantes deben ser de cristal.»
«¡Rockeros: el que no esté colocado, que se coloque… y al loro!» 
Dicho en un festival de música llevado a cabo en 1984 en el Palacio de los Deportes de Madrid, en plena Movida Madrileña. Graciosa y polémica frase en la que Tierno Galván jugó con el significado de colocarse como ponerse en su sitio, y «colocarse» como alcanzar un estado de euforia por consumo de drogas.
«Toda gran revolución política es una gran revolución moral. Toda gran revolución moral supone una gran revolución política.»
«Todos tenemos nuestra casa, que es el hogar privado; y la ciudad, que es el hogar público.»
«Más libros, más libres.»

Preámbulo de la Constitución Española

La redacción del preámbulo de la Constitución era considerada un honor y una habilidad literaria. a continuación se muestra el texto íntegro del preámbulo:

La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía, proclama su voluntad de:
Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo.
Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular.
Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones.
Promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida.
Establecer una sociedad democrática avanzada, y
Colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra.

En consecuencia, las Cortes aprueban y el pueblo español ratifica la siguiente CONSTITUCIÓN.

A don Enrique Tierno Galván (Madrid, 8 de febrero de 1918 – Madrid, 19 de enero de 1986) político, sociólogo, jurista y ensayista español.

Historias de la historia de España; Capítulo 74. Érase una duquesa, una rifa. y las raíces jiennenses del «El Niño».

duquesa de santoña
La lotería del niño guarda en sus orígenes profundas vinculaciones con la provincia de Jaén
De hecho la que muchos consideran su creadora, la duquesa de Santoña, llego a ser cofrade de honor del Abuelo, y la hermana de ésta vivía en la capital y fue esposa del insigne Bernabé Soriano.
María del Carmen Hernández Espinosa de los Monteros, fue una granadina que tuvo en pleno s. XIX una vida de película, en la que no faltaron varios capítulos localizados en la provincia de Jaén, y con algunos de sus más conocidos emblemas como protagonista, como el doctor Bernabé Soriano o la Cofradía de Nuestro Padre Jesús
La actividad solidaria de esta mujer una vez convertida en duquesa –gracias a un matrimonio afortunado- la llevo a crear una suerte de rifa cuyos beneficios donó para la creación en 1877 del hospital Del Niño Jesús en Madrid
Ese fue el germen, según varios historiadores, de la creación de la lotería Del Niño.
El jiennense Manuel López Pérez investigó las relaciones de la duquesa con la provincia.
Su hermana Gloria que nació en Granada también pero que vivió desde niña en la capital la llamo pidiendo ayuda, con vistas para la construcción de una capilla en la Merced, para la imagen de Ntro. Padre Jesús; un proyecto que nació en 1877, el mismo año en que se celebró la famosa rifa para el hospital infantil.
María del Carmen No defraudó a Gloria y mandó un espejo de gran valor para ser subastado. Incluso logró el apoyo de la reina Mercedes con lo que el Abuelo nombró en agradecimiento a la duquesa cofrade de honor.
Se buscaba la influencia de la duquesa porque era una persona muy poderosa y estaba a su vez muy cercana al Rey, y para conseguirlo se usaba a Gloria, para a través de ella, conseguir enchufes, favores…
Tampoco hay que olvidar que don Bernabé Soriano era el esposo de Gloria, que se casó con ella en segundas nupcias, con lo que el poder y la influencia de esta familia era superior aún, y la relación de la duquesa con Jaén fue muy intensa.
Aunque María del Carmen fuera la mujer que impulsó el actual sorteo del Niño, que se convirtió con el tiempo en uno de los más importantes del país, lo cierto es que la suerte no se portó muy generosa con ella misma.
El desenlace de su vida de película no es el típico final feliz.
Cuenta el historiador que el fallecimiento de su esposo marcó un punto de inflexión: la hija del Duque reclamó la herencia valorada en unos 2.500 millones de reales y tras una década de agrios litigios en los tribunales la duquesa, no solo perdió el dinero, sino también el palacio.
La leyenda de la duquesa mendiga, cuenta incluso que en sus últimos días la vieron convertida en pedigüeña, recogida por un antiguo criado, en la más absoluta miseria.

Historias de la historia de España; Capítulo 73. Érase un dibujante, un sillón «r» y unos chistes de prestigio.

mingote
Antonio Mingote nació el 17 de enero de 1919 en Sitges, hijo de Ángel Mingote Lorente (1861-1961), músico y natural de Daroca, Zaragoza, y Carmen Barrachina, escritora natural de Batea, Tarragona. Fue el primero de los dos hijos del matrimonio y se lo bautizó con los nombres de Ángel Antonio Mingote Barrachina. Su hermana fue María de las Mercedes Mingote Barrachina, fallecida en 2006. Se aficionó a la lectura desde muy joven, aprendiendo a dibujar de manera autodidacta. Su infancia la pasó entre Daroca, Calatayud y Teruel. En esta última ciudad estudió con los Hermanos de las Escuelas Cristianas y en el Instituto. Fue discípulo aventajado del pintor Ángel Novella.

A los 17 años se vio obligado a alistarse en el ejército y, tras la guerra, entró en la Academia de Transformación de Infantería en Guadalajara (España), donde comenzó a dibujar en una revista extraoficial que se distribuía en la Academia y que se llamaba La Cabra. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza pero no terminó la carrera. Fijó su residencia en Madrid, donde trabó amistad con Rafael Azcona y con Carlos Clarimón.

Inició su carrera como humorista gráfico en la revista La Codorniz en 1946 de la mano de su director, Álvaro de Laiglesia. En 1948 publicó su primera novela, Las palmeras de cartón, y el 19 de junio de 1953 comenzó una colaboración con el diario ABC que continuó hasta su muerte. Dos años después, en 1955, le encomendaron la dirección de la revista humorística Don José, en la que empezaron a publicar escritores y dibujantes hoy eminentes, y la dirigió en sus cien primeros números.

En 1974 escribió para el teatro El oso y el madrileño, una revista musical de Mario Clavel. Al año siguiente, 1975, escribió el guion de la serie de éxito de televisión Este señor de negro, dirigida por Antonio Mercero e interpretada por José Luis López Vázquez. Escribió guiones para cine, en colaboración con José Luis Dibildos, como los de las películas Soltera y madre en la vida, Pierna creciente, falda menguante, Hasta que el matrimonio nos separe, o su sátira política Vota a Gundisalvo. Posteriormente, escribió su segunda novela, Adelita en su desván. Además, entre 1993 y 1995 participó en el programa de televisión Este país necesita un repaso, de Telecinco, que dirigía José Luis Coll.

En 1967, Prensa Española instituyó un premio que lleva el nombre de Mingote, que le concedió en su primera edición y que reconoce los trabajos de humor y periodismo gráfico. Hoy, el «Premio Mingote» es uno de los más prestigiosos, junto con el «Mariano de Cavia» y el «Luca de Tena». La obra más elocuente y filosófica de Mingote, Hombre solo, apareció en 1970. Unos años después publicó Hombre atónito donde se sorprende por los incomprensibles registros del comportamiento humano.

En 1987 fue nombrado miembro de la Real Academia Española y pasó a ocupar el sillón «r». Su discurso de ingreso, leído en 1988, versó sobre «La transición del humor de Madrid Cómico al de La Codorniz».

El 24 de mayo de 1996 recibió la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, junto a nombres famosos, como el escritor Camilo José Cela y el poeta Rafael Alberti. El 15 de diciembre de 20057 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alcalá de Henares y el 26 de enero de 2007 por la Universidad Rey Juan Carlos.

El 2 de diciembre de 2011 le fue concedido el título de Marqués de Daroca por el rey Juan Carlos I.

Mingote ha gozado de prestigio internacional y sus chistes han sido reproducidos y traducidos en la prensa extranjera como en The New York Times, The Times Wednesday y The Daily Telegraph.

El 3 de abril de 2012 falleció en Madrid a los 93 años a causa de un cáncer hepático. Fue incinerado el 4 de abril, en el madrileño Cementerio de La Almudena, en la más estricta intimidad.

Historias de la Historia de España; Capítulo 72. Érase un nuevo Rey, una guerra de sucesión y un «Decreto de Nueva Planta».

Nueva planta

Disposiciones promulgadas por Felipe V de Castilla , entre 1711 y 1715, sobre nuevo gobierno de Aragón y estructuración de su Real Audiencia, las cuales son recogidas en el libro V de la Novísima Recopilación de las Leyes de España, mandada formar por Carlos IV y publicada en 1805. Estas disposiciones son consecuencia de la postura adversa a Felipe V y favorable al Archiduque de Austria , que observó Aragón juntamente con los demás territorios de la Corona, es decir, Cataluña, Valencia y Mallorca, y suponen la desaparición de la Corona de Aragón como forma política autónoma, para pasar a formar parte sus territorios, de una España unitaria y centralizada.
El primer decreto es el dado en el Buen Retiro en 29-VI-1711, complementado por real cédula de 7 de septiembre del mismo año. Supone la sustitución de la Real Audiencia de los Austrias por otra, creada a imagen y semejanza de las Chancillerías de Valladolid y de Granada, y que lleva consigo la desaparición del ordenamiento jurídico aragonés, pues dispone que se observarán literalmente las mismas regalías, leyes, prácticas, ordenanzas y costumbres que en las citadas Chancillerías, lo que quiere decir, que se observará el ordenamiento jurídico de Castilla.
La reforma aragonesa afecta al gobierno, administración de justicia, ordenamiento jurídico y administración financiera. El gobierno se militariza, poniendo al frente de él un comandante general, que centraliza la dirección militar, política, económica y gubernativa. Para la administración de justicia, la Real Audiencia de los Austrias se sustituye por una Audiencia con dos salas, una para lo civil con cuatro ministros, y otra para lo penal con cinco ministros, aparte de un fiscal común para los dos y los subalternos necesarios, dirigiéndose su actuación por un regente. Todos los componentes de la Audiencia se nombran libremente por el rey, y es principal novedad respecto a la época de los Austrias el que no tienen que ser aragoneses, lo que va acompañado de la compensación de que los aragoneses pueden ser nombrados también libremente en los demás cargos de España. El ordenamiento jurídico a aplicar por la Audiencia es el castellano en las materias penales o criminales, en tanto que se restablece el aragonés para las cuestiones civiles, salvo cuando se trata de pleitos en los que una de las partes es el rey, en cuyo caso se extiende el ordenamiento castellano. La presidencia técnica de la Audiencia la ejerce el regente, en tanto que la política corre a cargo del comandante general, y las apelaciones de las sentencias se interponen ante el Consejo de Castilla, lo que significa que la Audiencia de Aragón ha perdido el carácter de tribunal supremo que tenía con los Austrias y que, además, ha desaparecido el Consejo Supremo de Aragón .
En materia de Hacienda se crea la figura de un administrador de las rentas reales y una Junta o Tribunal del Erario, presidida por el comandante general y compuesta por ocho representantes de los estamentos, de los que el de los municipios está representado por dos ciudadanos de Zaragoza.
El antiguo reino queda dividido en distritos, al frente de cada uno de los cuales se nombra un gobernador militar, subordinado al comandante general, y a los municipios se extiende el sistema castellano de corregidores o alcaldes.
Otro real decreto de 14-IX-1711, promulgado en Madrid, añade a las dos salas de la Audiencia una tercera para lo civil, compuesta de cuatro ministros conforme a la planta de Sevilla, y una real resolución de 15 de septiembre, datada en Corella, completa el conjunto de los decretos de reforma, aclarando el último diversas dudas sobre la planta de la Audiencia, que plantea el que ésta haya sido equiparada a la de Sevilla. Se trata de nueve respuestas a otras tantas dudas, y las conclusiones son las siguientes:
a) se confirma la creación de una segunda sala de lo civil con cuatro ministros manteniendo la sala de lo criminal con cinco alcaldes;
b) la Audiencia de Aragón tiene audiencia pública y substancia los pleitos, como lo hace la de Sevilla;
c) se suprime la apelación al Consejo de Castilla, manteniendo los recursos ante el mismo en materia civil, y declarando inapelables las sentencias de la Audiencia en materia criminal, con lo que ésta retorna en cierta manera a su condición de tribunal supremo, si bien a la manera de la de Sevilla;
d) las recusaciones y las penas por recusaciones calumniosas se realizan de la misma manera que en Sevilla;
e) la manera de votar las causas se realiza también de la misma manera que en Sevilla; y en las Chancillerías;
f) se establece el mismo número de relatores que en la de Sevilla, y el procedimiento seguido en las Chancillerías;
g) los alcaldes tienen la jurisdicción que ostentan los de las Chancillerías, sin alcanzar los que tienen los alcaldes del crimen de Sevilla por privilegios especiales a la ciudad,
h) la Audiencia no puede entrometerse en el gobierno económico, conociendo sólo en casos graves de reforma y por queja de parte o a instancia del fiscal.
Con los decretos de nuevo gobierno y planta interina de la Real Audiencia, conocidos, frecuentemente, como de Nueva Planta, Aragón pierde su condición de Reino autónomo integrante de la Corona de Aragón, desapareciendo instituciones como las Cortes , el Consejo Supremo de Aragón, el virrey y capitán general, el regente, el oficio de la Gobernación general , el Justicia Mayor , el bayle general , el maestre racional , los merinos, bailes, sobrejunteros y zalmedinas o justicias, pasando a tener la condición de reino puramente histórico dentro de la España unitaria y centralizada por la Monarquía absoluta de los Borbones, que la gobiernan a través de un comandante general, una Audiencia, un administrador de las rentas reales, una Junta del Erario, gobernadores militares y corregidores o alcaldes.
El cuarto decreto que afectaba sólo a Cataluña se dictó el 9 de octubre de 1715, despachado por Real Cédula con fecha de 16 de enero de 1716.
Abolía las Cortes y el Consejo de Ciento.
Además se sustituía al virrey por un capitán general, al igual que en el resto de los reinos de la Corona de Aragón, y se dividía Cataluña en doce corregidurías, como Castilla y no en las tradicionales vegueries, no obstante los batlles se mantienen.
Se prohíben los somatenes (milicias populares armadas de Cataluña y Aragón).
Se estableció el catastro gravando propiedades urbanas y rurales y los beneficios del trabajo, el comercio y la industria.
Igualmente, el idioma oficial de la Audiencia dejó de ser el latín y se sustituyó por el castellano.
El decreto mantiene el derecho civil, penal y procesal, al igual que el Consulado del Mar y la jurisdicción que éste ejercía, y no afectó al régimen político-administrativo del Valle de Arán por lo que éste no fue incorporado a ninguno de los nuevos corregimientos en que se dividió el Principado de Cataluña.
En la cuestión lingüística, frente a la interpretación de la historiografía catalana tradicional de que los Decretos supusieron la progresiva desaparición del catalán en favor del castellano, hay que decir que los estudios que se han ocupado de esta polémica concluyen que las causas fueron distintas, ya que el siglo XVIII fue uno de los más fructíferos en cuanto a publicación de defensas de la lengua catalana, gramáticas y diccionarios, y el catalán siguió usándose tanto en la documentación notarial como en la literatura no oficial o en la educación. Además, la castellanización de la cultura venía dándose a lo largo de toda la Edad Moderna, de tal modo que muchos de los escritores catalanes del siglo XVI y XVII escribieron en castellano antes de la promulgación de los Decretos de Nueva Planta, aunque generalmente estos autores no aparecen en las historias de la literatura catalana de esta época.
Origen y desarrollo de las reformas
Al recibir los territorios de Carlos II en herencia, y tras la guerra de sucesión, Felipe de Anjou y sus consejeros, apoyados por la corte del Rey Sol, abordan la modificación del estatus jurídico y administrativo de sus territorios, para acercarlo al eficiente modelo centralista y absolutista de Luis XIV. Para desarrollar este programa político era necesario:
Unificar las formas de gobierno en todos los territorios: esto significa la desaparición de determinadas instituciones y el nacimiento de otras nuevas y la centralización del poder en las manos del monarca.
Unificar los contenidos del derecho público y privado, es decir, crear un corpus jurídico común: esto significa la abolición de la mayor parte de los fueros, regímenes jurídicos personalistas y privilegios de personas, poblaciones y territorios.
Eliminar los privilegios de extranjería: esto significa la «creación» de una sola nacionalidad jurídica española, que no distingue ya entre castellanos y aragoneses (Portugal, Flandes y Nápoles ya se han perdido; el Nuevo Mundo forma parte de la Corona de Castilla) y el ejercicio del poder compartido entre personas de todas las procedencias del Reino. Esto también supone la eliminación de fronteras y aduanas interiores, facilitando el comercio.
Reordenar e igualar los estamentos sociales en todos los territorios: esto significa la desaparición definitiva de la servidumbre en Cataluña, pero también la pérdida de derechos por las clases populares castellanas y americanas (sobre todo, los indígenas).
Crear nuevas instituciones de gobierno que respondan a esta nueva organización: esto significa el fin de la polisinodia hispánica.
El contenido de la reforma sigue, además, una serie de criterios
Asegurar el poder supremo del Rey. Para demostrarlo, por ejemplo, Felipe V otorga la «gracia» del mantenimiento de los fueros particulares vascongados y navarros.
Someter a todos sus súbditos a un mismo ordenamiento jurídico.
Mantener, hasta el límite de lo posible, las divisiones, instituciones y nombres tradicionales. De esta manera, por ejemplo, el Consejo de Indias, aunque mantenga su nombre, pasa a ser únicamente un Tribunal Supremo para los pleitos de Indias, en cuanto las Leyes de Indias entran en conflicto con el derecho común castellano, mientras que la mayoría de sus funciones anteriores pasan a ser responsabilidad de la secretaría de Estado de Indias.
Realizar los menos cambios legislativos posibles. Por eso se reforman fundamentalmente las Reales Audiencias y se adopta el Fuero Juzgo y las Siete Partidas como base, ya que el derecho castellano es el mayoritario entre los súbditos del Rey (la diferencia de población entre las dos Coronas es de 10 a 1 a favor de Castilla) y porque tiene eliminados los resabios medievales (ordenaciones feudales), porque está más unificado y tiene incorporado plenamente el Derecho Romano.
Una vez aplicada esta serie de decretos, los territorios del rey de Aragón quedan unificados jurídica y estructuralmente al de Castilla. Esto supone:
La desaparición de los antiguos reinos (salvo el de Navarra) y el nacimiento de las provincias en la Península y la generalización y la reorganización interna de los virreinatos, gobernaciones y capitanías generales en América.
También el gobierno y la hacienda del Reino quedan unificados (salvo las excepciones que Felipe V quiso mantener para vascongados, navarros y araneses).
Que el Consejo de Castilla (solo «de Castilla» en el nombre) pasa a asumir todas las tareas de gobierno (salvo en Navarra) y, con el tiempo, será origen del consejo de secretarios (de ministros). El resto de consejos ven reducida su labor a aspectos judiciales y se les quitan las atribuciones gubernativas en beneficio de las secretarías de Estado.
Oficialmente, la creación de unas nuevas Cortes españolas, siguiendo el modelo representativo de Castilla, a las que se suman como representantes minoritarios los de Aragón, Valencia, Cataluña y Mallorca.
La aplicación de un solo derecho común para todos los súbditos, con la consiguiente anulación de usos y costumbres y de derechos particulares (siempre que entren en conflicto con la legislación común) y la unificación del derecho procesal al de uso castellano.
La aplicación de una sola lengua administrativa: el castellano. Esta medida tiene excepciones en algunas instituciones locales catalanas y valencianas (por ejemplo, el Tribunal de las Aguas de Valencia) y en la Sala de Vizcaya de la Real Chancillería de Valladolid.

Historias de la Historia de España; Capítulo 71. Érase un país y dos reyes en el exilio.

renunciaalfonso xiii
En 1929 se celebraron la Exposición Universal en Barcelona y la Iberoamericana en Sevilla, pero la oposición creciente que generó el dictador, especialmente extendida entre estudiantes, intelectuales y el cuerpo de Artillería (se oponía a la reforma que pretendía el dictador de su sistema de ascensos), hicieron que Alfonso XIII apartase a Miguel Primo de Rivera del gobierno el 29 de enero de 1930, nombrando presidente del consejo de ministros al general Dámaso Berenguer con la intención de retornar al régimen constitucional. Este nuevo periodo se conoció enseguida como «la Dictablanda», por contraste con la dictadura anterior.
Tras la caída del dictador —que falleció semanas después—, aumentaron las manifestaciones antimonárquicas, se acusó al rey de haber auspiciado la dictadura de Primo de Rivera y de tener responsabilidades en el Desastre de Annual. Ese año los partidos republicanos se unieron frente a la monarquía con la firma del Pacto de San Sebastián. Hubo pronunciamientos militares republicanos que fueron frustrados por el gobierno en la base aérea de Cuatro Vientos (Madrid) y en Jaca (éste último encabezado por los capitanes Fermín Galán y Ángel García Hernández, que fueron fusilados tras un consejo de guerra).
En febrero de 1931 el almirante Juan Bautista Aznar fue designado presidente del consejo por Alfonso XIII. Su gobierno convocó elecciones municipales el 12 de abril de 1931. Al conocerse en las elecciones mencionadas la victoria en las ciudades de las candidaturas republicanas, el 14 de abril se proclamó la Segunda República. El rey abandonó el país ese mismo día, con el fin de evitar una guerra civil:
[…] Hallaría medios sobrados para mantener mis regias prerrogativas, en eficaz forcejeo con quienes las combaten. Pero, resueltamente, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil.
Manifiesto de Alfonso XIII, 13 de abril de 1931
Sin embargo, defendió con uñas y dientes lo único que le quedaba, la esperanza de volver a reinar. El 14 de abril de 1931, antes de abandonar el trono, hizo un manifiesto que algunos llamaron abdicación, pero que no lo era. Suspendía “el ejercicio del poder, sin renunciar por ello a ninguno de los derechos”. Es decir, se iba, pero seguía siendo rey. Enseguida fue sometido a presiones de sus propios partidarios para que traspasara esos derechos a su heredero, don Juan, pero se resistió hasta encontrarse a las puertas de la muerte.
Renunciaba a la Jefatura del Estado, pero sin una abdicación formal:
[…] No renuncio a ninguno de mis derechos, porque más que míos son depósito acumulado por la Historia, de cuya custodia ha de pedirme un día cuenta rigurosa.
Manifiesto de Alfonso XIII, 13 de abril de 1931
En la noche del 14 al 15 partió de Madrid hacia Cartagena al volante de su automóvil Duesenberg y desde allí zarpó para Marsella en un buque de la Armada Española para trasladarse después a París. Su familia salió en tren desde Aranjuez a la mañana siguiente.
 alfonso-xiii-exilio1200x833-138
El rey Alfonso XIII llega a París dos días después de la proclamación de la II República, el 16 de abril de 1931.
El rey al abandonar España pronunció sus más famosas palabras:
[…] espero que no habré de volver, pues ello sólo significaría que el pueblo español no es próspero ni feliz.
Por una Ley del 26 de noviembre de 1931, las Cortes acusaron de alta traición a Alfonso XIII:
A todos los que la presente vieren y entendieren, sabed: Que las Cortes Constituyentes, en funciones de Soberanía Nacional, han aprobado el acta acusatoria contra don Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena, dictando lo siguiente:
«Las Cortes Constituyentes declaran culpable de alta traición, como fórmula jurídica que resume todos los delitos del acta acusatoria, al que fue rey de España, quien, ejercitando los poderes de su magistratura contra la Constitución del Estado, ha cometido la más criminal violación del orden jurídico del país, y, en su consecuencia, el Tribunal soberano de la nación declara solemnemente fuera de la ley a don Alfonso de Borbón y Habsburgo-Lorena. Privado de la paz jurídica, cualquier ciudadano español podrá aprehender su persona si penetrase en territorio nacional.
Don Alfonso de Borbón será degradado de todas sus dignidades, derechos y títulos, que no podrá ostentar ni dentro ni fuera de España, de los cuales el pueblo español, por boca de sus representantes elegidos para votar las nuevas normas del Estado español, le declara decaído, sin que se pueda reivindicarlos jamás ni para él ni para sus sucesores.
De todos los bienes, derechos y acciones de su propiedad que se encuentren en territorio nacional se incautará, en su beneficio, el Estado, que dispondrá del uso conveniente que deba darles.
Esta sentencia, que aprueban las Cortes soberanas Constituyentes, después de publicada por el Gobierno de la República, será impresa y fijada en todos los ayuntamientos de España, y comunicada a los representantes diplomáticos de todos los países, así como a la Sociedad de Naciones».
En ejecución de esta sentencia, el Gobierno dictará las órdenes conducentes a su más exacto cumplimiento, al que coadyuvarán todos los ciudadanos, tribunales y autoridades.
Esta ley sería derogada por otra del 15 de diciembre de 1938 firmada por Francisco Franco.
Al comenzar la Guerra Civil Española, apoyó fervientemente al bando sublevado. Como consecuencia de sus éxitos en Marruecos conoció a Franco, quien poco a poco se convirtió en favorito real; en enero de 1923 el rey le concedió la medalla militar, así como el cargo honorífico de gentilhombre de cámara, por lo que el padrino de su boda fue Alfonso XIII (representado por el gobernador civil de Oviedo, el general Losada). Franco discutió personalmente con el rey la posible retirada de Marruecos. En marzo de 1925, durante una visita allí, el general Primo de Rivera entregó a Franco una carta del rey junto con una medalla religiosa de oro; la carta terminaba así: «Ya sabes lo mucho que te quiere y te aprecia tu afectísimo amigo que te abraza. Alfonso XIII». Por real decreto (4 de enero de 1928) lo nombró director de la recién creada Academia General Militar. Franco votó a favor de la candidatura monárquica en Zaragoza. El 4 de abril de 1937 Franco escribió una carta despectiva a Alfonso XIII: el rey, que acababa de donar un millón de pesetas a la causa franquista, le había escrito expresando su preocupación por la poca prioridad que se daba a la restauración de la monarquía; Franco dejó claro que el rey difícilmente llegaría a desempeñar un papel en el futuro, en vista de sus errores pasados. Al acabar la guerra y no restaurarse la monarquía, el rey declaró: «Elegí a Franco cuando no era nadie. Él me ha traicionado y engañado a cada paso».
España y dos reyes en el exilio.
 ALFONSOXIIIAunque parezca extraño, la idea de que don Alfonso traspasara en vida sus derechos a su tercer hijo, don Juan, fue de los carlistas. En 1931 España era el único país del mundo que tenía dos reyes, aunque ambos sin corona: Alfonso XIII y el pretendiente carlista, Jaime de Borbón y Borbón-Parma. La común desgracia acercó las dos opciones dinásticas que se habían combatido a muerte durante tres cuartos del siglo XIX, y en septiembre tuvo lugar una entrevista en Territet (Suiza) entre don Alfonso y don Jaime, que no tenía hijos y se mostraba muy dispuesto a acabar con el viejo pleito que había ensangrentado España, acatando a Alfonso XIII si era repuesto en el trono.
Tres semanas después del encuentro, sin embargo, murió don Jaime, y le sucedió su anciano tío, Alfonso Carlos de Borbón y Austria-Este, que tampoco tenía hijos. Sus exigencias serían más duras: si algún día se restauraba la monarquía en España no aceptaba que fuese en Alfonso XIII, contaminado por el liberalismo, sino en su hijo, don Juan, que además debía mostrar su adhesión al modelo de monarquía tradicional, no liberal, que defendían los carlistas.
Don_Jaime_de_BorbónJaime III de España
Duque de Madrid, pretendiente al trono de España Era una época en que en Europa estaban en ascenso los fascismos, muchos pensaban que la democracia era un sistema superado, y la mayoría de los monárquicos españoles aceptaron el arreglo, con tal de sumar fuerzas. El mismo don Juan no le hizo ascos a la oferta. Al fin y al cabo, como se vería al estallar la Guerra Civil, los carlistas tenían una organización armada dentro de España de la que carecían los alfonsinos, eran capaces de poner en armas contra la República una numerosa milicia, los requetés.
Pero Alfonso XIII no entraba por el aro. “En el destierro no abdicaré”, dijo terminantemente en 1933, aunque admitía la posibilidad de hacerlo después de volver al trono. El problema es que ni sus partidarios veían posible su vuelta, todos creían que la única posibilidad de restaurar la monarquía era en la persona de don Juan.
La boda en Roma de la hija del ex rey, la infanta Beatriz, fue ocasión de que acudiesen muchos monárquicos desde España, y Alfonso XIII se enfrentó a ellos, echándoles una bronca en el vestíbulo del Grand Hotel: “Sois injustos. Yo soy el primero que renunciaré y abdicaré, pero siempre y cuando yo vaya a Madrid y me siente en el trono del Palacio. Ese día presentadme el acta de abdicación, que yo la firmo; pero hasta ese día no la firmo”.
La renuncia.
Los choques volvieron a producirse en la boda del propio don Juan en 1935. Haciendo un fácil juego de palabras se decía que Alfonso XIII seguía en sus trece, y cobró nuevas esperanzas cuando estalló la Guerra Civil y desde el principio se vio el retroceso de la República. Confiaba en Franco, de quien había sido padrino de boda, y apoyó el Alzamiento con dinero para comprar armas. Pero poco a poco fue dándose cuenta del doble juego de Franco, que tenía buenas palabras, pero no se comprometía con nadie más que con sí mismo. Un mes después de la victoria franquista, en mayo de 1939, José María de Areilza lo vio en Roma muy decaído: “Su proverbial arrogancia corporal y deportiva había desaparecido… A pesar de su relativa juventud (53 años) los signos de la vejez se hacían presentes”.
Ese verano, en Lausanne, decidió hacer testamento, prueba de que sentía cercano el final, pero aun en esas circunstancias se enrocó en su negativa a abdicar. Todo lo contrario, en el testamento reafirmó que seguiría en el ejercicio de sus derechos históricos hasta “cuando así convenga al bien de España”. En diciembre de 1940, en Ginebra, el deterioro de su salud era ya tan patente que anunció en privado su próxima abdicación. Pero, genio y figura, guardaba dosis de aquel optimismo iluso del pasado, y fantaseaba diciendo que, dada la inexperiencia del heredero, él seguiría actuando “en la penumbra”.
Por fin, el 15 de enero de 1941 hizo un manifiesto en Roma donde decía: “Ofrezco a mi Patria la renuncia de mis derechos para que, por ley histórica de sucesión a la Corona, quede automáticamente designado, sin discusión posible en cuanto a la legitimidad, mi hijo el Príncipe Don Juan, que encarnará en su persona la institución monárquica, y que será el día de mañana, cuando España lo juzgue oportuno, el Rey de todos los españoles”. La palabra abdicación, que tanto le había repelido, no aparecía por ninguna parte.
ESQUELA DE ALFONSO XIII
Cuatro semanas después, Alfonso XIII sufrió una angina de pecho, y falleció el 28 de febrero. Aún no había cumplido los 55 años.
Estuvo enterrado en la iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles de la capital italiana hasta que, el 19 de enero de 1980, sus restos fueron trasladados al Panteón Real del Monasterio de El Escorial por orden de su nieto, el rey Juan Carlos I.
Por su parte, su hijo Juan, conde de Barcelona, renunció a sus derechos al trono en 1977, en favor de su hijo Juan Carlos, que había sido nombrado rey en 1975, a la muerte del general Franco, en virtud de la ley de sucesión a la jefatura del estado de 1947. Con la renuncia a sus derechos por parte del conde de Barcelona se recuperó la legitimidad dinástica de la monarquía histórica, tal como recoge el artículo 57 de la Constitución española de 1978.
La Oficina pro-cautivos
Quedan para la historia las acciones que durante la I Guerra Mundial organizó como monarca de un país neutral, entre ellas la Oficina pro-cautivos, posiblemente la primera acción humanitaria gubernamental registrada en la historia, con el fin de intentar conseguir respuestas a los familiares que no sabían nada de sus parientes militares o civiles en zona de guerra.
El monarca fundó este organismo de una forma independiente del gobierno, para no comprometer su neutralidad. Así, con fondos propios de un millón de pesetas, estableció en el Palacio Real una secretaría donde llegaban las solicitudes de información e intervención para con los prisioneros de ambos bandos; cosa que fue posible gracias a los buenos contactos y relaciones del rey con los diversos países contendientes. Se sirvió de las embajadas para conseguir información de los presos y permitió poner en contacto a prisioneros de guerra de ambos bandos con sus familias. Salvó así a aproximadamente 70.000 civiles y 21.000 soldados, e intervino a favor de 136.000 prisioneros de guerra, llevando a cabo 4.000 visitas de inspección a campos de prisioneros. Intervino también a favor de que en la guerra submarina no se atacara a los buques hospitales, proponiendo instaurar una inspección neutral de militares españoles de estos barcos en la salida del puerto y la entrada. Consiguió con la aceptación de esta solicitud que ambas partes en conflicto no volvieran a repetir la trágica acción de torpedear buques con la bandera hospitalaria, como había sucedido en el pasado. La oficina tenía un volumen tal de peticiones que los voluntarios que trabajaban en la organización no descansaban ni en días festivos.
Además, de estas acciones, es destacable su intento de liberar y llevar a España a la Familia Imperial Rusa; sin embargo, la Revolución bolchevique frustró estos planes. Este hecho causó al rey una profunda tristeza.
Alfonso_XIII_King_of_Spain_and_his_1930_Duesenberg_J
Alfonso XIII en su Duesemberg modelo J que le llevaría a Cartagena hacia su exilio.
________________________________________________________________
Juan Carlos Teresa Silvestre Alfonso (1913–1993), infante de España y conde de Barcelona, pretendiente al trono desde la muerte de su padre en 1941 (teniendo en cuenta sendas renuncias dinásticas de sus hermanos mayores) hasta 1977, cuando cedió sus derechos a su hijo Juan Carlos (que era rey de España de forma efectiva desde 1975); don Juan contrajo matrimonio con la princesa María de las Mercedes de Borbón-Dos Sicilias (1910-2000). Fueron padres de cuatro hijos: Juan Carlos, rey de España, y los infantes Pilar (nacida en 1936), Margarita (nacida en 1939) y Alfonso (1941-1956).
Juan Carlos I de Borbón (Roma, Italia, 5 de enero de 1938) es el rey de España.
Fue proclamado el 22 de noviembre de 1975, tras la muerte de Francisco Franco, de acuerdo con la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado de 1947. La Constitución española, ratificada por referéndum popular el 6 de diciembre de 1978 y promulgada el 27 de diciembre del mismo año, lo reconoce expresamente como rey de España y legítimo heredero de la dinastía histórica de Borbón, otorgándole la jefatura del Estado. La Carta Magna le confiere a su dignidad el rango de símbolo de la unidad nacional. Anteriormente a su proclamación, había desempeñado funciones interinas en la jefatura del Estado durante la enfermedad de Franco.
________________________________________________________________
Fotografía Don Juan de Borbón
Casa Real
Fotografía Don Juan Carlos I
Fotografía oficial de S.M. el Rey, con uniforme de Capitán General de los Ejércitos
© Casa de Su Majestad el Rey / DVirgili
http://www.casareal.es/sm_rey/FotosOficialesSMRey-ides-idweb.html
Fotografía Don Alfonso XIII en París
http://cabeceras.eldiariomontanes.es/imagenes-municipios/cantabria/2118/aniversario-de-la-proclamacion-de-la-ii-republica-espanola/miniaturas.html

Historias de la historia de España; Capítulo 70. Érase una batalla, la de Pavía, un Rey francés y un tratado, el de Madrid.

Francisco I
Después de Pavía, el destino del rey francés y de la misma Francia fue objeto de intensas idas y venidas diplomáticas. Carlos V, falto de fondos con que pagar la ingente maquinaria de guerra imperial, decidió renunciar al matrimonio Tudor que había acordado con Enrique VIII y buscó en su lugar contraer nupcias con Isabel de Portugal, quien traería consigo una dote más sustanciosa. Borbón, mientras tanto, conspiraba con Enrique VIII la invasión y reparto de Francia; al mismo tiempo animaba a Ávalos a hacerse con Nápoles y declararse Rey de Italia, aunque éste encontró la lealtad al emperador Carlos más importante que su propia ambición, así que rechazó el ofrecimiento e informó de todo a su señor. Luisa de Saboya, que había permanecido en Francia como regente durante la ausencia de su hijo, trató de reunir fondos y tropas para defenderse de una probable invasión de Artois por tropas inglesas. Francisco, convencido de recuperar su libertad si conseguía una audiencia con Carlos, presionó a Ávalos y Lannoy, que pretendían trasladarle a Castel Nuovo, en Nápoles, para llevarle finalmente a España. Al tanto de los planes invasores de Borbón, Ávalos y Lannoy acordaron hacerlo así y Francisco I llegó a Barcelona el 12 de junio.

A Francisco en un primer momento se lo instaló en un pueblo cerca de Valencia, pero Carlos se vio apremiado por Montmorency y Lannoy para firmar un acuerdo. Estos sugerían una posible deslealtad de los italianos para con la alianza imperial, y ordenó el traslado del rey francés a Madrid, dónde se lo tuvo preso en el Alcázar y en la Casa de los Lujanes. Ya en Madrid, Carlos se negó tajantemente a entrevistarse con Francisco hasta que este firmase el tratado que le propusieron. Carlos reclamaba la cesión del Milanesado, pero también las de Borgoña y Provenza, a lo que Francisco respondía que las leyes francesas no permitían al soberano la cesión de territorios propiedad de la corona sin la aprobación del Parlamento, que de seguro se lo negaría.

Tras la Paz de Cateau-Cambrésis, en 1559. A pesar de más de tres décadas de guerra adicional, Francia no pudo recuperar ninguna de sus anteriores posesiones en Lombardía.

En septiembre, Francisco cayó gravemente enfermo y su hermana, Margarita de Navarra, cabalgó desde París para hacerle compañía en España. Los doctores del emperador examinaron al rey francés y, creyendo que su enfermedad estaba causada por la pena originada por no ser recibido por el Emperador, pidieron a Carlos consintiese en visitarlo. Carlos, en contra del consejo de su Gran Canciller, Mercurino Gattinara, quien opinaba que visitar al monarca francés en su lecho de muerte era una acción interesada más que de compasión y era, por tanto, algo indigno del emperador, lo visitó. Tras ello Francisco tardó poco en recuperarse por completo. Más tarde, un intento de huida falló estrepitosamente y resultó en la obligada vuelta a Francia de su hermana Margarita.

Para principios de 1526, Carlos se vio importunado por las demandas de Venecia y el Papa, que deseaban restaurar a Francisco II Sforza en el trono del Ducado de Milán, y además empezaba a interesarle firmar un acuerdo urgente con el francés, antes de que comenzase otra guerra. Francisco, habiendo intentado retener Borgoña, sin resultado, estaba dispuesto a entregarla a cambio de su propia libertad. El 14 de enero de 1526, Carlos V y Francisco I firmaron el Tratado de Madrid, por el cual el rey galo renunciaba a todas sus anteriores pretensiones territoriales en Italia, Flandes y Artois, entregaba Borgoña a Carlos, acordando además mandar a dos de sus hijos como rehenes en la Corte española, prometía casarse con la hermana de Carlos, Leonor de Austria, y devolver a los Borbones todos los territorios que les hubiese arrebatado.

Unos 40 años más tarde estas posesiones resultarían cruciales para el Imperio de los Habsburgo, pues posibilitaron la comunicación por tierra con Flandes, entonces en guerra, a través de la ruta conocida como Camino Español. Francisco fue liberado el 6 de marzo y, escoltado por Lannoy, viajó al norte hasta Fuenterrabía. El 18 del mismo mes, cruzó el Bidasoa, llegando a Francia al fin. Al mismo tiempo, el Delfín y su hermano pasaron a España desde Bayona, para quedar rehenes, como se había acordado. Para entonces, Francisco había conseguido la paz con Inglaterra por el Tratado de Hampton Court, firmado por Thomas Wolsey y el embajador francés. El Tratado fue ratificado por una delegación francesa en Greenwich, en abril de 1527.

No obstante, Francisco no tenía intención de cumplir el resto de lo acordado en Madrid. El 22 de marzo, con la bendición del Papa —miembro de la familia Médicis, disgustado con la preponderancia española en Italia—, declaró su desvinculación con el acuerdo alegando que se había firmado bajo coerción. El Papa Clemente VII, que mientras tanto se había convencido de que el creciente poder del emperador ponía en peligro sus posesiones en Italia, envió negociadores a Francisco I y Enrique VIII para estudiar una alianza contra él. Enrique, al no haber obtenido prebenda alguna en el Tratado de Madrid, se mostró receptivo a la oferta. En mayo, Francisco y el Papa se aliaron para iniciar la Guerra de la Liga de Cognac en un intento de recuperar los territorios perdidos por los franceses; Enrique, que no consiguió en un principio que el tratado se firmase en Inglaterra, no se uniría a la liga franco-vaticana hasta 1527. La guerra probó ser una elección equivocada para los intereses de Francisco y más incluso para el Papa (que estuvo cerca de perder la vida ), pero Francisco y su sucesor, Enrique II de Francia, continuarían con sus intentos de hacerse con el Milanesado en sucesivas Guerras Italianas, para finalmente renunciar a su posesión en la Paz de Cateau-Cambrésis en 1559.

Érase una base allá por el Polo Sur

BAE
La Base Antártica Española (BAE) Juan Carlos I, inaugurada en Enero de 1988, es una Gran Instalación Científica gestionada por el Ministerio de Ciencia y Tecnología. La base está ocupada únicamente durante el verano austral, desde el 1 de Diciembre hasta el 28 de Febrero, aunque se mantienen registros automatizados durante todo el año. Como todas las instalaciones antárticas españolas, tiene como objetivo apoyar las actividades de nuestro país en la Antártida, en particular la realización de los proyectos de investigación científica que coordina el Programa Nacional de Investigación en la Antártida (PNIA).

Desde 1999 la Unidad de Tecnología Marina (UTM) del CSIC (anteriormente UGBOIP) asume la gestión técnica y logística de la BAE Juan Carlos I.

La BAE Juan Carlos I fue instalada durante la campaña 1987-88 en la Península Hurd, Isla Livingston (archipiélago de las Shetland del Sur). Su posición geográfica es:
62º39’46» de latitud Sur
60º23’20» de longitud Oeste

Se encuentra situada a unos 40 metros de la zona intermareal y a 12 metros de altura sobre el nivel del mar, en la costa SE de Bahía Sur. La base más cercana es la búlgara St. Kliment Ochridsky, distante 1.7 km en dirección NE.

Los edificios de la base estan situados sobre una formacion rocosa constituida por sedimentos cuaternarios no consolidados. Estos materiales recubren, con espesores que alcanzan varias decenas de metros, el sustrato rocoso constituido por cuarcitas y pizarras de la Formación Miers Bluff.

El depósito cuaternario está constituido por sedimentos detríticos gruesos, conteniendo arenas y abundantes bloques y cantos de hasta varios decimetros. Su origen es marino y fluvioglaciar.

El montaje de la instalación comenzó el 8 de enero de 1988 y el 11 de enero se izaba la bandera española en la que era la primera base española en la Antártida. La base sólo permanece ocupada en el verano austral, entre noviembre y marzo. Sus actividades se realizan en los alrededores de la base así como en un campamento temporal en la península Byers.

Desde 1999 la Unidad de Tecnología Marina (UTM) del CSIC (anteriormente UGBOIP) asume la gestión técnica y logística de la base Juan Carlos I.

Como todas las instalaciones antárticas españolas, tiene como objetivo apoyar las actividades de España en la Antártida, en particular la realización de los proyectos de investigación científica que coordina el Programa Nacional de Investigación en la Antártida (PNIA).

El apoyo logístico y de mantenimiento lo realiza desde 1991 el Buque de Investigación Oceanográfica Hespérides apoyado por el BIO Las Palmas, ambos de la Armada española, aunque el Las Palmas, se espera que sea sustituido por un Buque de acción maritima modificado a tal efecto.

Historias de la Historia de España; Érase un conquistador y un testamento.

Hernan
El 2 de diciembre , aquella noche lluviosa y fría, fallecía en la casa de campo del jurado y escribano real don Juan Rodríguez de Medina,situada en la Villa de Castilleja de la Cuesta, en la orilla derecha del río Guadalquivir, opuesta a la gran ciudad de Sevilla, el notable y valeroso Hernán Cortés, engrandecedor de la honra e imperio de España en palabras del Obispo de Navarra.

Hernán Cortés acababa de entregar el alma a la edad de 62 años rodeado, de su hijo, el sucesor de 15 años, Martín Cortés Ramírez de Arellano, de su primo fray Diego Altamirano y del prior fray Pedro de Zaldivar quienes le ayudaron a bien morir. Su cuerpo quedó una cama del piso alto de la casa, que aún hoy en día la muestran a los turistas, las monjas encargadas del colegio en que se ha convertido la antigua morada.

A menos de dos meses antes de su muerte, sintiéndose desfallecer por la grave disentería que le había impedido embarcase para la Nueva España, como había sido su intención primera, había dictado su Testamento en el cual asentaba, con minucia y lucidez todo lo relativo a sus negocios, a las personas que beneficiaba, y aún, lo relacionado con sus exequias.

En el nombre de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que son tres personas y un Dios verdadero, el cual tengo, creo y confieso por mi verdadero Dios y Redentor, y de la gloriosísima y bienaventurada Virgen, su bendita madre, Señora y Abogada nuestra, Sepan que cuantos esta carta de Testamento vieren, como yo D. Fernando Cortés, marqués del valle de Oaxaca, Capitán general de la Nueva España y mar del Sur, por la majestad cesárea del emperador D. Carlos V, de ese nombre, rey de España, mi soberano príncipe y señor.

Estando enfermo, y en mi libre y natural juicio, cual Dios Nuestro Señor fue servido de me lo dar, temiéndome de la muerte, como sea cosa natural a toda criatura,, queriendo estar aparejado para cuando la voluntad de Dios sea de llevar, y de lo que conviene al bien de mi alma, seguridad y descargo de mi conciencia, otorgo e conozco por esta carta que hago e otorgo y ordeno este mi Testamento, última y postrimera voluntad en la forma y manera siguiente…………”.

Primera cláusula: “Primeramente mando, que si muriese en estos reinos de España, mi cuerpo sea puesto e depositado en la iglesia de la parroquia donde estuviere la casa donde yo falleciere, e que allí esté en depósito e hasta que sea tiempo e a mi sucesor le parezca de llevar mis huesos a la Nueva España lo que le encargo e mando que ansí haga dentro de diez años antes si fuere posible e que los lleven a la mi villa de Coyoacán, y allí le den tierra en el monasterio de monjas que mando hacer e edificar en la dicha mi villa…y…..constituyo por mi enterramiento y de mis sucesores”.

Por lo anterior hemos visto que la primera preocupación, aparte de estar bien con Dios, es que sus restos descansaran en la tierra de su Conquista, en el país que robó su corazón y que con tan grande empeño lo había liberado del paganismo y tan sabiamente lo había gobernado emitiendo directivas que duraron por muchos años.

Los restos de Hernán Cortés no pudieron quedar en Coyoacán como había sido su deseo. Actualmente permanecen, tras diez consecutivos traslados, en la Iglesia adjunta al Hospital de Jesús Nazareno, del Centro Histórico de la ciudad de México. Una simple placa de bronce consigna: HERNÁN CORTÉS, 1485-1547.En el muro lateral del presbiterio al lado del Evangelio descansan los restos del hombre sin igual, fundador de un país y de un pueblo nuevo, como resultado de su Conquista.

A continuación, para terminar esta breve reseña, consignaré el elogio que hace del Fundador un contemporáneo suyo y testigo de muchos de sus actos. Se trata de un hombre santo, protagonista como él, del nacimiento de la nueva nación que con los años sería México: Fray Toribio de Benavente, alias Motolinía.

El historiador don Alfonso Trueba escribe en sus comentarios sobre Motolinía: “Nos parece que es el elogio más bello que ha recibido Cortés porque es el elogio de un santo. Si alguna duda tuviésemos acerca de la grandeza de Hernán Cortés, nos bastaría el testimonio de Motolinía para desvanecerla”

Este elogio fue escrito después de muerto don Hernando, así que no puede atribuirse a ningún interés, es, por tanto, de un hombre que lo conoció y trató, además, de que nunca dijo mentira alguna.

“Algunos que murmuran del Marqués del Valle, que Dios tiene, y que quieren ennegrecer y oscurecer sus obras, y yo creo que delante de Dios las obras de ellos, no son tan aceptas como lo fueron las del Marqués; aunque como hombre fuese pecador, tenía fe y obras de buen cristiano, y muy gran deseo de emplear la vida y la hacienda en ampliar y aumentar la fe de Jesucristo, y morir por la conversión de los gentiles….” Dios lo visitó con grandes aflicciones, trabajos y enfermedades para purgar sus culpas y limpiar su ánima, y creo que es hijo de salvación y que tiene mayor corona que otros que lo menosprecian….. trabajó de decir la verdad y de ser hombre de su palabra, lo cual mucho aprovechó con los indios….”

“Traía por bandera una Cruz colorada en campo negro, en medio de unos fuegos azules y blancos, y la letra decía: Amigos, sigamos la Cruz” de Cristo, que si en nosotros hubiera Fe, con esta señal venceremos….”

“¿Quien así amó y defendió a los indios en este mundo nuevo como Cortés?. Amonestaba y rogaba mucho a sus compañeros que no tocasen a los indios ni a sus cosas, y porque un español llamado Juan Polanco, cerca del Puerto, entró en casa de un indio y tomó cierta ropa, le mandó dar cien azotes…..

“Por este Capitán nos abrió Dios la puerta para predicar el Santo Evangelio, y éste puso a los indios que tuvieran reverencia a los Santos Sacramentos, y a los ministros de la Iglesia en acatamiento; por esto me he alargado, ya que es difunto, para defender en algo de su vida….”

He aquí pues, estimados amigos, algunos contundentes conceptos, asentados en documentos irrefutables que, lamentablemente, cierto sector de los historiadores oficiales mexicanos, tendencioso y partidista oculta, para que el ciudadano común no conozca el heroico y luminoso despertar de su patria.

_________________________________________________________________
Memoria de la Academia de Hernán Cortés, tomo I, 1997.
“Carta al Emperador”, Motolinía, notas del P. José Bravo Ugarte S.J. , Editorial Jus, México, 1949
“Testamento de Hernán Cortés”, Descubierto y anotado por el P. Mariano Cuevas S.J. México, 1925.

Historias de la historia de España; Capítulo 66. Érase un 10 de enero, una matanza y unas «Casas Viejas».

En un Pleno de Regionales de la CNT, celebrado el 1 de diciembre de 1932 en Madrid, el sindicato de ferroviarios solicitó el apoyo para declarar una huelga general en la que se reclamarían aumentos salariales. Al final, los ferroviarios se echaron atrás porque más de la mitad de sus secciones sindicales pensaban que la huelga resultaría un fracaso, pero el Comité de Defensa Regional de Cataluña retomó la idea a propuesta de Joan García Oliver, dispuesto a poner en práctica la “gimnasia revolucionaria”, que consistiría en una “acción insurreccional” que impidiera la consolidación de la “República Burguesa”. La fecha elegida fue el 8 de enero de 1933.
La insurrección no tuvo un seguimiento muy amplio. El Ejército y la Guardia Civil tomaron posiciones estratégicas en los lugares donde se preveían desordenes y los dirigentes sindicales fueron detenidos. En algunas barriadas de Barcelona hubo choques entre anarquistas y fuerzas de orden público. Hubo huelgas, incidentes con explosivos y proclamaciones del comunismo libertario en algunas poblaciones de Aragón, como Robres y Bellver de Cinca, y la Comunidad Valenciana, como Bugarra, Ribarroja, Bétera, Benaguacil, Utiel y Pedralba. En esta última localidad murieron un guardia civil y un guardia de asalto durante la insurrección; cuando la Guardia Civil restableció el orden, causó la muerte de diez paisanos.
El Comité Nacional de CNT, que no había convocado la huelga, declaró el 10 de enero que la insurrección había sido “de pura significancia anarquista sin que para nada haya intervenido en ellos el organismo federal”, aunque no la condenaban, como tampoco lo hacía el órgano confederal Solidaridad Obrera, para cumplir “con un deber de solidaridad y de conciencia”. Pero no era esa su revolución que se hará “con garantías”, “a la luz del día”.
El diario oficial de la CNT en Madrid, que el día 9 de enero había escrito en su editorial “esa no es nuestra revolución”, dos días después afirmaba “Ni vencidos ni humillados” y responsabilizaba de la insurrección a “la política represiva… sectaria de los socialistas que detentan el poder y usan de él contra los intereses de los trabajadores”. Las revueltas “existen y aumentarán por razones de injusticia bien patentes”. Por eso, “vencida una insurrección surge otra, resuelta una huelga, otra se produce; apaciguado un motín, estalla otro mayor”.
Los sucesos
Una de las provincias donde se produjeron disturbios protagonizados por comités anarquistas locales fue la provincia de Cádiz. El 10 de enero de 1933, el gobierno decidió enviar allí a una compañía de guardias de asalto al mando del capitán Manuel Rojas Feijespán. Cuando el día 11 llegaron a Jerez de la Frontera, fueron informados de que la línea telefónica había sido cortada en Casas Viejas, una población de unos 2000 habitantes cercana a Medina Sidonia y que actualmente es parte del municipio de Benalup-Casas Viejas.
En la noche del 10 de enero y en la madrugada del 11, un grupo de campesinos afiliados a la CNT habían iniciado una insurrección en Casas Viejas. Por la mañana rodearon, armados con escopetas y algunas pistolas, el cuartel de la Guardia Civil, donde se encontraban tres guardias y un sargento. Se produjo un intercambio de disparos y el sargento y un guardia resultaron gravemente heridos (el primero moriría al día siguiente; el segundo dos días después).
A las dos de la tarde del 11 de enero, un grupo de doce guardias civiles al mando del sargento Anarte llegaron a Casas Viejas, liberaron a los compañeros que quedaban en el cuartel y ocuparon el pueblo. Temiendo las represalias, muchos vecinos huyeron y otros se encerraron en sus casas. Tres horas después llegó un nuevo grupo de fuerzas de orden público al mando del teniente Gregorio Fernández Artal compuesto por cuatro guardias civiles y doce guardias de asalto. Inmediatamente comenzaron a detener a los presuntos responsables de ataque al cuartel de la Guardia Civil, dos de los cuales, después de ser golpeados, acusaron a dos hijos y al yerno de Francisco Cruz Gutiérrez, apodado “Seisdedos”, un carbonero de setenta y dos años que acudía de vez en cuando a la sede del sindicato de la CNT, y que se habían refugiado en su casa, una choza de barro y piedra. Al intentar forzar la puerta de la casa de “Seisdedos”, los de dentro empezaron a disparar y un guardia de asalto cayó muerto en la entrada (en algunas versiones se dijo que el guardia fue retenido como rehén y murió después) y otro resultó herido. A las diez de la noche, empezó el asalto a la choza sin éxito. Pasada la medianoche, llegó a Casas Viejas una unidad compuesta de cuarenta (o noventa según otras fuentes) guardias de asalto, al mando del capitán Rojas, que había recibido la orden del Director General de Seguridad en Madrid, Arturo Menéndez, para que se trasladara desde Jerez y acabara con la insurrección, abriendo fuego “sin piedad contra todos los que dispararan contra las tropas”.
El capitán Rojas dio orden de disparar con rifles y ametralladoras hacia la choza y después ordenó que la incendiaran. Dos de sus ocupantes, un hombre y una mujer, fueron acribillados cuando salieron huyendo del fuego. Seis personas quedaron calcinadas dentro de la choza (probablemente ya habían muerto acribilladas cuando se inició el incendio), entre ellos “Seisdedos”, sus dos hijos, su yerno y su nuera. La única superviviente fue la nieta de “Seisdedos”, María Silva Cruz, conocida como “la Libertaria”, que logró salvar la vida al salir con un niño en brazos.
Hacia las cuatro de la madrugada del día 12, Rojas y sus hombres se retiraron a la fonda donde habían instalado el cuartel general. Allí fue tomando cuerpo la idea de realizar un escarmiento. El capitán Rojas envió un telegrama al director general de Seguridad con el siguiente texto: “Dos muertos. El resto de los revolucionarios atrapados en las llamas”. Rojas ordenó a tres patrullas que detuvieran a los militantes más destacados, dándoles instrucciones para que dispararan ante cualquier mínima resistencia. Mataron al anciano Antonio Barberán Castellar, de setenta y cuatro años, cuando volvió a cerrar su puerta tras la llamada de los guardias y gritó “¡No disparéis! ¡Yo no soy anarquista!”. Detuvieron a doce personas y las condujeron esposadas a la choza calcinada de “Seisdedos”. Les mostraron el cadáver del guardia de asalto muerto y a continuación el capitán Rojas y los guardias los asesinaron a sangre fría. En la declaración del capitán Rojas a la Comisión Parlamentaria de investigación de los hechos dijo:
«Como la situación era muy grave, yo estaba completamente nervioso y las órdenes que tenía eran muy severas, advertí que uno de los prisioneros miró al guardia que estaba en la puerta y le dijo a otro una cosa, y me miró de una forma…, que, en total no me pude contener de la insolencia, le disparé e inmediatamente dispararon todos y cayeron los que estaban allí mirando al guardia que estaba quemado. Y luego hicimos lo mismo con los otros que no habían bajado a ver el guardia muerto que me parece que eran otros dos. Así cumplía lo que me habían mandado y defendía a España de la anarquía que se estaba levantando en todos lados de la República»
Poco después abandonaron el pueblo. La masacre había concluido. Diecinueve hombres, dos mujeres y un niño murieron.
Las consecuencias
Conocidos los hechos en el resto de España, se produjo un gran escándalo periodístico y parlamentario que conmocionó a la sociedad española. Los sucesos de Casas Viejas se convirtieron en un grave problema político para el gobierno republicano-socialista de Manuel Azaña, que tuvo que aguantar el acoso tanto desde la izquierda como desde la derecha, que en las Cortes presentaron diversas interpelaciones (Diego Martínez Barrio, del Partido Republicano Radical, denominó al gobierno de Azaña de “barro, sangre y lágrimas”). El Gobierno eludió responsabilidades. Manuel Azaña dijo el 2 de febrero en su intervención ante la Cámara:
No se encontrará un atisbo de responsabilidad en el gobierno. En Casas Viejas no ha ocurrido, que sepamos, sino lo que tenía que ocurrir. Se produce un alzamiento en Casas Viejas, con el emblema que han llevado al cerebro de la clase trabajadora española de los pueblos sin instrucción y sin trabajo, con el emblema del comunismo libertario, y se levantan unas docenas de hombres enarbolando esa bandera del comunismo libertario, y se hacen fuertes, y agreden a la Guardia Civil, y causan víctimas a la Guardia Civil. ¿Qué iba a hacer el Gobierno?
Ante una nueva interpelación parlamentaria, volvió a eludir sus responsabilidades:
Nosotros, este Gobierno, cualquier Gobierno, ¿hemos sembrado en España el anarquismo? ¿Hemos fundado nosotros la FAI? ¿Hemos amparado de alguna manera los manejos de los agitadores que van sembrando por los pueblos este lema del comunismo libertario?
Por 170 votos a favor y 130 en contra, las Cortes aprobaron la creación de una Comisión de investigación sobre los sucesos el 24 de febrero, formada por Emeterio Sobrino, Mariano Ruiz Funes, Gabriel Franco, Poza Juncal, Fernando González Uña, Luis Jiménez de Asúa, Miguel García Bravo-Ferrer, Lara, Botella y Casanueva. El 15 de marzo, la Comisión elaboró un informe definitivo en el que reconoce la existencia de los fusilamientos pero exculpa al Gobierno. «Acusado de complicidad en una represión desmedida -circuló la falsa noticia de una orden de Azaña a los guardias: ni heridos, ni prisioneros, tiros a la barriga- el Gabinete pudo superar la investigación parlamentaria y dos mociones de confianza en las Cortes, pero ello no impidió que se viera salpicado por un escándalo que, a medio plazo, le sería enormemente perjudicial»

__________________________________________________________________

Casanova, Julián (1997). De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España (1931-1936). Barcelona: Crítica. ISBN 84-7423-836-6.
Luengo Camacho, José; Antequera, Juan José (introd. y notas): Informe inédito de Casas Viejas. Testimonio de un guardia de Asalto acerca de los sucesos que cambiaron la Historia de España; Sevilla, Facediciones, 2008. 2ª ed. 2010.
Mintz, Jerome R. (2006) (en español). Los anarquistas de Casas Viejas. (The Anarchists of Casas Viejas, Chicago, 1982). Cádiz: Diputación de Cádiz. ISBN 978-84-96583030.
Mintz, Jerome R. (1982) (en inglés). The Anarchists of Casas Viejas. Chicago: Chicago University.
Sender, Ramón J., Viaje a la aldea del crimen, 1933
Ramos, Tano (2012). El caso Casas Viejas: Crónica de una insidia (1933-1936). Barcelona: Tusquets. ISBN 978-84-83833919

Historias de la Historia de España; Capítulo 66. Érase un mes de enero y un primer vuelo en autogiro.

autogiro
Juan de la Cierva y Codorníu (Murcia, España, 21 de septiembre de 1895 – Croydon, Reino Unido, 9 de diciembre de 1936): inventor y científico aeronáutico español, ingeniero de caminos, canales y puertos y aviador. Inventó el autogiro, aparato precursor del actual helicóptero.

Hijo del abogado criminalista, político y empresario Juan de la Cierva y Peñafiel, que llegó a ser ministro en varias ocasiones y alcalde de Murcia, y de María Codorníu Bosch. Su abuelo materno fue el destacado ingeniero de montes Ricardo Codorníu. Desde su infancia destacó su interés por el mundo de la aviación, y junto a su amigo Tomás de Martín-Barbadillo construyó pequeños modelos capaces de volar.

Al estallar la Guerra Civil, de la Cierva ayudó a las fuerzas sublevadas para que éstas consiguieran el avión De Havilland DH.89 Dragon Rapide en el que el general Franco voló desde Gando (Islas Canarias) a Tetuán (Marruecos español) para tomar el mando del ejército del norte de África. Su hermano Ricardo fue fusilado por el ejército republicano en Paracuellos del Jarama

Junto con dos compañeros, José Barcala, antiguo compañero de estudios, y Pablo Díaz, hijo de un carpintero, fundó la sociedad B.C.D., cuyas siglas correspondían con las iniciales de sus tres apellidos, que fue pionera en el desarrollo aeronáutico dentro de España, y gracias a su capacidad, en 1912, contando sólo con 16 años, Juan de la Cierva logró construir y hacer volar un avión biplano, que recibió la designación BCD-1, y fue apodado el Cangrejo, con piloto (el francés Mauvais) y pasajero a bordo.

Mientras el avión es una aeronave de alas fijadas al fuselaje, el autogiro inventado por de la Cierva tiene alas fijadas a un rotor. El autogiro hace su irrupción en el panorama de la aviación sólo veinte años después de la invención de los hermanos Wright.

Juan de la Cierva construyó en Madrid en 1920 su primer autogiro, el Cierva C.1, utilizando fuselaje, ruedas y estabilizador vertical de un monoplano francés Deperdussin de 1911, sobre el que montó dos rotores cuatripalas contrarrotatorios coronados por una superficie vertical destinada a proporcionar control lateral; la planta motriz era un motor Le Rhône de 60 hp. El aparato no llegó a volar, pues el rotor inferior giraba a menos velocidad de la prevista, y el efecto giroscópico y la asimetría de la sustentación hicieron volcar el aparato. A este primer autogiro siguieron dos construcciones también fallidas, el C.2 y el C.3, en las que el inventor intentó, infructuosamente, resolver el problema de la diferencia de sustentación entre la pala que avanza y la que retrocede. Sin embargo, en las pruebas del C.2 se consiguieron algunos saltos de unos dos metros, lo que apuntaba a la viabilidad del invento. La asimetría de la sustentación del rotor no se resolvería plenamente hasta el prototipo C.4, en el que la Cierva incluyó su revolucionaria idea de articular las palas del rotor en su raíz.

Los primeros ensayos del modelo C.4, construido en 1922 conforme a los nuevos principios, fueron infructuosos. Para su definitiva resolución, la Cierva realizó una completa serie de ensayos en el túnel de viento de circuito cerrado del aeródromo de Cuatro Vientos (obra de Emilio Herrera), por aquel entonces el mejor de Europa. El nuevo aparato corregido se probó exitosamente en enero de 1923 en el aeródromo de Getafe pilotado por el teniente Alejandro Gómez Spencer. Aunque dicho vuelo consistió únicamente en un «salto» de 183 m, demostró la validez del concepto. A finales del mes, el C.4 recorrió en cuatro minutos un circuito cerrado de 4 km en el aeródromo de Cuatro Vientos, cerca de Madrid, a una altura de unos 30 m. La planta motriz del C.4 era un motor Le Rhône 9Ja de 110 hp. En julio de 1923 se utilizó el mismo motor en el C.5, que voló en Getafe. A partir de ese momento, de la Cierva, que había financiado a sus expensas sus experimentos anteriores, contó para sus trabajos con una subvención del gobierno español.

Falleció el 9 de diciembre de 1936 con 41 años al estrellarse en el despegue, en el aeropuerto de Croydon, el Douglas DC-2 de KLM en vuelo regular Londres-Ámsterdam en el que viajaba.